Capítulo único

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Luffy pasaba demasiado tiempo con la navegante, y eso fastidiaba a Zoro.

Desde su reencuentro, parecía como si el capitán no quisiera separarse de la joven. Usualmente, se encerraban en algún cuarto durante algunos minutos y, cuando salían, actuaban como si nada hubiera ocurrido. Como si eso fuera poco, cuando el espadachín se disponía a ayudar a su capitán en algo, él siempre recurría a Nami.

Esto no pasó desapercibido por los demás miembros de la tripulación, quienes se extrañaron ante la repentina cercanía de ambos y no dejaban de sacar sus propias conclusiones. Robin, por su parte, parecía saber lo que ocurría y cada vez que intercambiaba miradas con el espadachín le sonreía de una forma que al joven le irritaba.

Tanto Sanji como Zoro no podían tolerar semejante situación. El rubio tenía sus obvias razones: simplemente quería a la navegante para él solo. Pero ¿y Zoro? ¿Por qué le molestaba tanto que su capitán pasara tiempo con la chica? ¿Acaso estaba celoso? ¿De quién? Definitivamente no veía a Nami de otra forma que no fuera como a una hermana, y estaba seguro de que lo único que sentía por Luffy era admiración... ¿Entonces?

Tampoco podía negar que Luffy había comenzado a actuar extraño. Los demás no lo notaron, pues el capitán los trataba a ellos como siempre lo había hecho. Pero su trato sí había cambiado para con Zoro. Se mostraba más distante, menos afectivo. Ya no lo buscaba como solía hacerlo, ni le preguntaba qué hacía en sus ratos libres. Al parecer, Luffy había olvidado la buena relación que tenían.

Zoro no podía comprenderlo. ¿Por qué lo trataba diferente sólo a él? Y, sobre todo, ¡¿por qué se la pasaba pegado a la bruja de la navegante cual hermanos siameses?! Pero... ¿Y si la razón por la cual Luffy pasaba tanto tiempo con Nami era porque tenían una relación amorosa? Bueno, a Zoro no debería importarle tal cosa, pero eso no le daba derecho al estúpido de su capitán a tratarlo con indiferencia. Después de todo, y aunque no fuera a admitirlo, Zoro lo extrañaba...

Decidió ponerle fin al suspenso y, aprovechando que no hubiera nadie cerca, se acercó a la cabeza de león del Sunny, donde Luffy se encontraba observando el vasto océano. Estaba dispuesto a hablar. Estaba dispuesto a todo.

El espadachín carraspeó antes de hablar.

—Luffy, ¿podemos hablar?

El capitán volteó al escuchar su voz. Sus ojos se abrieron con sorpresa al verlo y se quedó mudo durante unos instantes. Acto seguido, el muchacho asintió y bajó de la enorme cabeza de león para seguir a Zoro.

El espadachín se dirigió al nido de cuervos, allí tendrían la privacidad que estaba buscando.

Una vez allí, Zoro rascó su nuca con nerviosismo. Por su parte, Luffy había tomado asiento y permanecía inmóvil, con la cabeza gacha y la vista fija en el suelo.

Zoro le dedicó una significante mirada antes de comenzar a hablar.

—No sé qué te sucede, Luffy, pero desde que volvimos a vernos has estado actuando muy extraño —dijo. Luffy no quitó su vista del suelo, tenía una expresión apenada en el rostro que ocultaba detrás de su característico sombrero—. Sin embargo, noté que con los demás actúas con la misma actitud infantil y enérgica de siempre. ¿Qué ocurre? ¿Soy yo el problema?

Zoro se sentía despreciado. ¿Qué había hecho él para ser tratado así por la persona que más apreciaba? ¿Qué había ocurrido durante esos dos años que provocaron que Luffy mandara al diablo su buena relación de amistad?

Por su parte, el capitán de los Mugiwara tenía un nudo en la garganta que le impedía respirar con facilidad, y algunas lágrimas amenazaban con salir de sus ojos.

Confesión | ZoLuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora