1: Reflexión

4 0 0
                                    

Las sombras nos persiguen, nos guían, nos oscurecen y nos envuelve el misterio y, tal vez el miedo. Las sombras lo abarcan todo, todo aquello que no alcance una salvación, un destello de luz, se ve arrojado a una oscuridad, a un ambiente frío y desolado.

Buscamos, buscamos sin obtener respuesta, una puerta que nos lleve a un pasaje más fresco, más puro, menos tóxico. Nunca pensamos en quedarnos, nunca reflexionamos en el motivo de huir, tan solo lo sabemos, sabemos lo perjudicial que resultaría.

La magia que esconde, el poder que emana y la fuerza con la que nos arrastra es enorme, aunque, si tanto es, ¿por qué caemos en abismos? ¿Cómo evitar lo inevitable? ¿Cómo evitar las rupturas con la vida, el mal, los enfados? ¿Quién nos da su mano para levantarnos y su hombro para llorar? ¿Quién nos salva de lo insalvable?

Nos preocupamos, nos preocupamos del día a día, de las más pequeñas e insignificantes desdichas que nos achacan, ¿serán ellas las culpables? ¿Son estos pequeños fragmentos de nuestra vida los que acaban con nuestra alma? ¿Las que la destruyen?

El alma, es tan poco sólida como real, pero, ¿tenemos alma? ¿Se nos corrompe? ¿Es eso cierto o posible? ¿O más bien carecemos de ella y ese el problema al que nos enfrentamos? Tal vez, los humanos, los seres vivientes con uso de razón no nos damos cuenta de algo, algo que va más allá de nuestros meros razonamientos. Nadie puede afirmar nada, ¿no? Y sin embargo, hay quien lo hace, quien se atreve, se rebela, ¿quién sabe porqué razón? Y tiende a validar su afirmación como una certeza, una verdad irrevocable, que se sobrepone al juicio de los demás.

¿Somos las personas tan frágiles? ¿Tan poco estables? Yo diría que sí, y lo afirmo. ¿Por qué? Pues, qué respuesta más sencilla, diría yo, las personas somos débiles, nos corrompemos, nos hundimos y nos humillamos. Y sí, humillar, no los de fuera, sino los de dentro, los propios, nosotros.

La crueldad nos hace ser menos fuertes, perder batallas internas, pese a que alguien considere lo opuesto. ¿Acaso el mal, ha encontrado algún final feliz? ¿Un final con destino libre de malestar? No, pues claro que no. Y con eso decir que los seres humanos poseemos una gran fuerza mental, pero que con mucha frecuencia nos juega una mala pasada, y nos venimos abajo, nos supera, y nos volvemos flojos.

¿Nuestra mente controla, o somos nosotros quiénes la controlamos? No me atrevería a contestar, puesto que muchas veces nos la juega, nos hace creer y ver cosas que no son, que nos existen, deforma la realidad y nos transgiversa nuestra visión. ¿Acaso he de pensar que soy yo misma, quién crea ese universo? ¿Acaso soy tan cruel conmigo? ¿Acaso estoy tan mal como para mostrarme esa imagen, esa realidad? 

No lo sé. No tengo más experiencias que las propias, y tan sólo yo las tendré, siempre, dado que nadie será capaz de comprender, de observar de la misma forma, con el mismo sentido y desde tal perspectiva.

Los sentimientos afloran, los daños también, los viejos recuerdos se estancan, y no avanzamos. Pero, cuando se dice avanzar, ¿hacía dónde? ¿Hacía un futuro próximo? ¿Hacía uno lejano? ¿Hacía un lugar que no conocemos, que no tenemos idea de su existencia? ¿Acaso no todo es lo mismo? ¿No se resume todo en el mañana?

El "mañana" engloba un todo desde el momento en que pasamos los días. Un mañana puede referirse al día siguiente o 20 años después. No seré yo quien lo afirme, pero así lo creo. 

Entonces, retomando lo dicho, ¿hacía donde nos dirigimos cuando alguien nos dice que debemos avanzar? La respuesta es un tanto vaga, y muchas veces nos deja la duda, la inseguridad de no saber qué camino escoger, ¿qué opción será la más adecuada?

La vida, dicen algunos, son las caídas, las malas elecciones, puesto que de todo ello aprendemos, de todo ello sacamos trigo limpio. ¿Es eso verdad? ¿Aprendo de mis errores? No siempre es así, ¿no? Tú lo sabes tan bien como yo, o tal vez no. No me atrevería a juzgarte, y dado que no te conozco no quiero caer en un error.

Siento que las cosas, y digo las cosas como concepto vago que busca englobar otros, tan vagos como el mencionado o más, no tienen una razón en sí mismas. Somos nosotros quienes se las damos, somos nosotros quienes ponemos un significado, un nombre o una etiqueta a lo que nos rodea. ¿No somos conscientes de ello? ¿No caemos en la cuenta de lo clasistas que, nosotros, los seres humanos, somos? Me asusta pensar en ello, puesto que es una verdad que cae por su propio peso, que no se sostiene por las contradicciones que en muchas ocasiones se encuentra envuelta.

¿A qué  contradicciones me refiero? ¿Sientes curiosidad? Pues básicamente, y sin andar con muchos rodeos, a la insoportable necesidad de buscar la forma adecuada de definir todos y cada  uno de los fragmentos que engloban nuestro día a día. Queremos ser libres, ser algo más allá de un vulgar nombre, pero al mismo tiempo nos empeñamos en buscar cómo encajonar la idea, el pensamiento, ¿para qué? Pues para qué nos reconozcan, para que sepan, ¿quiénes? La gente, los ciudadanos de este bello planeta, tus pensamientos, tus ideales, tu forma de ver el mundo.

Somos nuestros propios dueños, debemos dominar, dejarnos dominar por el sentido. El sentido común, a poder ser. Debemos ser fuertes y controlarnos, controlar los impulsos, los arrebatos. Debemos llegar a vencer nuestros temores, los más profundos, los más terroríficos. No es sencillo, lo comprendo.

Las inseguridades forman parte de nuestro ser, sería un ignorante alguien que se niegue a aceptar sus inseguridades, ¿y por qué? Pues, porque amiga/o mía, estás nos permiten hacernos más fuertes. El hecho de aceptar un problema, una carencia, un trastorno, nos da paso a superarlo. 

La oscuridad, que encontramos escrita al principio, no es más que nuestras fobias, nuestros temores. La luz, el calor, el sobrecogimiento, es nuestro corazón, bombeando vida, que nos hace resurgir nuestras emociones, nuestra esperanza. No debemos perderla, no debemos escapar de ella, más al contrario, perseguirla, alcanzarla y conquistarla.

No perdamos, no nos perdamos, sigamos adelante, en línea recta. ¿Con un rumbo fijo? No, no tiene porqué. 

En este mundo, en este mini universo que nos hemos creado, nada es fijo, todo cambia, y de igual manera nos sucede. Podemos optar por una curva, por un atajo o un camino alternativo, eso, me da lo mismo, lo importante es llegar. ¿Dónde? Eso, no lo puedo decir. Cada uno tiene sus propios destinos, ninguno coincide, somos todos únicos.

La autenticidad surge de nosotros, por el hecho de vivir, por el hecho de actuar, de observar, de oír, de hablar, por nuestros gestos, por nuestras acciones en nuestro pequeño hogar, en nuestras costumbres. 

¡Pero ojo! Puesto que todo cambia, tú también puedes cambiar, puedes versionarte, ser mejor, peor, ¡lo que quieras! 

Buscar, huir, atrapar... ¿en eso consiste la vida? Puede. No lo tengo del todo claro. Quisiera pensar que no, que es más fácil, pero quienes la complicamos tenemos nombres y apellidos, ¿no?

No borremos el pasado, pero pongamos un marcado como "leído" y busquemos el presente. No tapemos nuestros miedos con una manta, sino más bien, ¡batallémoslos! No olvides nada, todo sirve, o tal vez no. ¿Por qué hay cosas que es mejor dejarlas atrás, verdad? 

En fin, me despido de este relato con estas breves y claras palabras que definen con gran potencia la superación, la imposición del "si puedo", y la capacidad de no darse por vencido.

¡Lucha, cae y vence! 





Relatos del almaWhere stories live. Discover now