Prólogo

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Ligeia estaba sentada en el frío banco de la escuela, esperando a Robert. No se le hacía raro, Robert siempre llegaba tarde por ella, algunas veces ni siquiera la recogía, y su maestra Natty la llevaba hasta su casa.

Balanceó los pies que le quedaban flotando, aún no estaba lo suficientemente grande para que sus pies tocaran el suelo.

Escuchó que una puerta se cerró y era su maestra Natty que caminaba con dificultad debido a las pesadas cajas de cartón que sostenía, al verla en el banco sola, suspiró.

- ¿Otras vez se le olvidó pasar por ti tu papá, eh? – le indicó con un gesto de cabeza – Vamos, yo te llevaré.

El camino hacia su casa fue silencioso, como siempre Natty le echaba miradas preocupadas a la niña.

-Ligeia, cariño, ¿tu papá te trata bien?

Ligeia no contestó de inmediato, tomó algunos preciados minutos para contestar correctamente porque, Robert siempre decía que contestar sin pensar era de estúpidos.

-No – contestó con un ligero encogimiento de hombros – Pero tampoco me pega.

Natty volvió su vista a la autopista, avergonzada.

-¿Te gusta estar con tu papá?

-No – contestó de inmediato, no tenía nada que pensar – No me quiere.

Natty volvió a verla con ojos angustiosos y también con pena, sabía que algo andaba mal con el papá de Ligeia, siempre tan huraño con ella, la veía como si fuera un animal rabioso. No quería hacer esa pregunta, pero no se contuvo.

-Sa-¿Sabes por qué no te quiere?, ¿te lo ha dicho? – preguntó con un hilo en la voz

- Si, lo sé. Siempre me lo dice.

-¿Y qué te dice? – presionó

-Me dice que soy la hija de un monstro y de una zorra.

Natty abrió mucho la boca y la dejó así por varios segundos hasta que la cerró. ¿Cómo se atrevía a decirlo eso a una niña inocente? pensó.

Lo que si le dio gracia y tuvo que presionar fuerte los labios para no reírse, fue que en una cosa sí que tenía razón, ¡era hija de un monstro! Aunque debería de estar trastornado el señor por llamarse así él solo, no mentía.

-¡Oh, Ligeia!, ¿por qué se dirá así tu padre?, no entiendo porque se dice mons...

-No – la interrumpió la niña – Él no se dice monstro.

Natty frunció el ceño a la autopista, claramente confundida.

-¿Qué?, Pero si me acabas de decir que él dijo eso.

-Sí, maestra, es sólo que me dice que él no es mi padre. Dice que mi padre es una criatura del mar que sedujo a mi madre y que de su infidelidad nací yo. Por eso Robert odia el mar.

Natty profundizó su ceño, disgustada por la mente perturbada del hombre.

-¿Del mar?, ¿qué clase de criatura?

-Dice que es una criatura que tenía una enorme cola de pez, y que hacía brujería para poder caminar con los pies y, que tiene que aceptar que la criatura era hermosa, pero siempre noto rabia y amargura en su voz – tragó saliva al recordar las veces que se lo contaba Robert, siempre antes de dormir – También dice que la belleza de mi verdadero padre sólo era un truco de Satánas para atraer mujeres estúpidas como mi madre, y para vengar la muerte de Nuestro Padre Jesús, mató al amante de mi madre, dice que le cortó una por una cada escama.

Natty no podía hablar, quedó atónita por la historia horrible y sádica del señor, cuando miró a Ligeia vio que su cara estaba peor de asustada.

-Él las tiene de trofeo.

-Q-¿Qué cosa? – preguntó temblando

-Las aletas de mi padre. Todas las noches me las enseña.

Debajo del OcéanoKde žijí příběhy. Začni objevovat