El silencio del mar

11 1 1
                                    


Graciela me ha dejado.

La frase resuena entre las paredes de la habitación, haciendo un eco que puede ensordecer a cualquiera. Me giro apenas unos centímetros, haciendo que el colchón cruja debajo de mí.

Graciela me ha dejado. Ha ido a la farmacia a comprar unas banditas porque me corté el pie al tirar un vaso mientras lavaba los trastes; dije que no era gran cosa, pero ahora que veo cómo la sangre coaguló, me da la sensación de que no era la gran cosa pero tampoco era algo que ignorar. Las banditas, como sea, no han llegado, dado que Graciela no volvió a cruzar la puerta de entrada.

Ya han pasado siete días desde entonces, desde la herida del pie. He rascado la herida; la costra se ha metido entre mis uñas. No he levantado el vaso que rompí aquel día, tampoco terminé de lavar los platos. Todo sigue exactamente igual a ese momento en el que ella salió, sonriéndome. Lo último que pude decirle era que la amaba, que regresara rápido o me aburriría. Y vaya que me aburro.

Desde hace siete días, no he podido dormir en absoluto. Ella solía burlarse de mí porque por las mañanas me era difícil despertar; acostumbraba quedarme sentado en el colchón, mirándome los pies, intentando abrir mejor los ojos. Siempre había sido flojo, mi madre podría ser testigo de ello. Sin embargo, desde hace siete días, media hora después de que me dejara en el colchón con el pie sangrando, no he podido dormir ni un poco; apenas cierro los ojos y la veo a ella, siendo apuñalada por ese hombre sin rostro.

Graciela estaría sorprendida de que alguien como yo, que duerme por las tardes y luego por las noches, no pueda conciliar ni una mísera hora de sueño. Estaría más que sorprendida; mostraría esos ojos verdes bien abiertos, después suavizaría la mirada y me susurraría que era hora de dormir. Me dejaría apoyarme sobre sus turgentes pechos y entonces, por fin, podría descansar. Cerraría los ojos y tendría un sueño profundo y sin pesadillas. Sin ella muriendo frente a mis ojos; sin ella con ese vestido blanco, corto y primaveral, lleno de su sangre.

La última vez que la vi fue hace cuatro días, cuando nos regresaron a su madre y a mí, su cuerpo al finalizar la autopsia. Celebramos un funeral sencillo y con apenas gente. Su madre, quien me veía casi con lástima, me dijo que me encargara de servir el café a las pocas personas que estaban ahí. Mientras lo hice, me fijé en mis chanclas llenas de sangre, además de esos pantalones de vestir baratos que tuve que esforzarme en comprar para poder lucir bien en su funeral. Tenía una camisa negra que ella me había dado en un cumpleaños, así que minutos antes de llegar a la sala funeraria, me las apañé para planchar la prenda y ponérmela.

No duré demasiado tiempo sirviendo el café. Pronto fui a sentarme a un lado de la caja, viendo el sereno rostro de Graciela dormir. Me imaginé cómo sería que abriera los ojos, que volviera a susurrar mi nombre, como cada noche en que nos encontrábamos casualmente despiertos por unos minutos. Quería ser el hombre que le rodeara la cintura por más tiempo en su cumpleaños, como hacía ya un año. Poco a poco, fui dejando de llorar, hasta quedarme quieto, sin poder pensar en nada que no fuera su cuerpo incinerándose.

Las cenizas las guardó su madre. Así que me he quedado sin un poco de Graciela. Me he quedado totalmente solo, justo como antes de conocerla.

Cierro los ojos por un momento, un largo momento. A juzgar por la luz que atraviesa las persianas, deben ser más de las seis de la tarde. Reúno las fuerzas necesarias para ponerme de pie. Me pongo las mismas chanclas con las que fui al funeral; tampoco he cambiado mi ropa. Camino a través del pequeño departamento, veo los trastos sucios, el resto de pizza que comí con Gabriela la última vez, ennegrecido y con un olor penetrante. Justo a un lado, veo la sopa que dejó su madre hace dos días, diciéndome que comiera un poco. No lo he hecho.

Tomo las llaves y salgo del departamento. En dirección a la playa, está la farmacia donde Graciela fue asesinada y pareciera que aún guarda algo de misterio esa esquina. Paso sin voltear a ver la zona del delito y no me detengo hasta estar frente al mar. Como es noviembre, la brisa me pega en la cara un poco más fría de lo usual, sin embargo, no retrocedo ni un poco. La marea me baña los pies, llevándose poco a poco la sangre seca. Meto las manos en los bolsillos del pantalón y pienso en cómo ella solía llevar un bañador rojo que le quedaba extraordinariamente bien. La sonrisa que esbocé al pensar en ella, se va tan rápido como llega, convirtiéndose en esa mueca amarga que precede al llanto. Doy varios pasos hacia adelante mientras comienzo a soltar unos goterones de lágrimas, recordando cómo salí a buscarla al ver que no regresaba para encontrarme con todas esas personas alrededor de su cuerpo que estaba comenzando a enfriarse.

Meto el cuerpo entero al mar, acordándome de lo frío que estaba dentro de la ambulancia en la que subí con ella.

Siento cómo la marea me arrastra, primero hacia adelante y luego hacia atrás; cómo el aire comienza a faltarme pasados unos segundos. Dejo que el agua me arrastre a la orilla; dejo caer mi cuerpo hacia atrás y retrocedo un poco, alejándome de la marea y anclándome a la arena seca. Respiro con necesidad, cierro los ojos y escupo el agua que aún tengo dentro.

Pasan unos minutos hasta que decido abrir de nuevo los ojos; veo el cielo, lleno de estrellas y con una luna creciente preciosa; esa es la única imagen que puedo dejar en mi cerebro, antes de que mis ojos vuelvan a cerrarse y deje de pensar que, desde hace siete días, Graciela me ha dejado.

El silencio que se hace dentro de mí apenas me reconforta. 




¡Hola, chicos!

Soy Kiharu. Algunos me recordarán (espero) de Amor Yaoi. Sino lo hacen, pues los saludo. Esta es mi primera vez publicando en Wattpad, así que aún soy aprendiz.

Ahora bien, voy a publicar mis antiguos trabajos editados. Hay muchísimas cosas rescatables y me gustaría compartirles fanfics. No obstante, requiere trabajo y dedicación toda esa edición, por eso, me creé un Patreon. Una página especializada en donaciones para creadores de contenido, como yo.

Mi patreon es: patreon.com/Kiharu

Pueden donarme (lo que ustedes quieran) ahí. Así pues, yo les ofreceré contenido exclusivo y sesiones nocturnas de conversación sobre mi contenido y sobre la cultura pop en general. 


Espero que les haya gustado esta historia corta. Es original. Lo escribí hace un par de años. ¡Nos leemos!

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Aug 12, 2019 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

El silencio del marWhere stories live. Discover now