Alma de Prisma

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"Ella me observaba atentamente. Parecía ansiosa por combatir..."

Eso fue lo que pasó cuando, fuera de todo lo normal, descubrí una especie de ataúd de cristal aguamarina en mi patio, con forma de triángulo. Por pura curiosidad, lo toqué antes de examinarlo. Como si tuviera vida propia, el ataúd voló en un abrir y cerrar de ojos a otra posición en el patio, pero decidí ir tras él. Mi curiosidad siempre fue más grande que mi miedo. Atónito y estupefacto, lo seguí y lo volví a tocar. Lo mismo volvió a suceder. Tras escabullirse de mis manos cinco veces, al tocarlo una vez más, no se escapó. En cambio, un terremoto invadió el patio, haciéndome caer sentado al mismo tiempo que el ataúd se rompió, estallando en una explosión de los mismos decibeles que un trueno no demasiado lejano. Me di cuenta de que el terremoto había amainado. De pronto, percibí algo... Mi cabeza levantó la vista, y lo que vi fue una chica de aspecto extravagantemente despampanante descender lentamente. Su cabello era un largo arcoíris que se agitaba con el descenso. Cuando pude distinguirla bien, llevaba un vestido hasta las rodillas brillante del mismo color que el ataúd. Finalmente llegó al suelo, con elegancia, y advertí que todo el tiempo sus ojos estaban cerrados. Cuando los abrió y me dirigió una mirada de determinación en compañía de un ¿Rugido? ¿Aullido? Del mismo sentimiento, fue donde de verdad me estremecí: Sus ojos eran dos prismas que me observaban y estudiaban mi alma con cada color en su iris.

Y ahora no sabía qué hacer. Ese brillo en su mirada susurraba enfrentamiento, pero no sé qué era lo que buscaba exactamente. Antes de darme cuenta, mi expresión compartió su dureza, y fue el pie para que la chica largara otro aullido, más pequeño, y con voz más aguda.

No me había equivocado con lo que ambos expectábamos. Era poderosa. No era humana, estaba seguro, pero, ¿Qué era sino? No fui capaz de llegar al fondo del misterio mientras el enfrentamiento se llevaba a cabo. Para mi suerte, me he entrenado en el combate cuerpo a cuerpo desde pequeño hasta mis recientes trece años. La chica no cambió su expresión de determinación en ningún momento, y cuando el duelo físico terminó (nadie salió herido de gravedad), advertí que su rostro se torció en una mueca que se parecía a una sonrisa pequeña. Recién ahí, fue cuando me pude dar cuenta que no parecía ser más grande que yo.

-Me has demostrado que eres fuerte al haberme liberado de mi prisión de cristal. -dijo de repente, descolocándome con su voz melodiosa- Tienes lo que hay que tener. ¿Puedo preguntar tu nombre?

-Ma-... Manuel.

-Manuel... -repitió ella con un tono que me gustó- Mi nombre es Lena. Encantada. Fui encerrada en esta prisión aguamarina a causa del miedo de la gente sobre mi poder. Durante años he estado congelada allí. Pero bueno, por haberme liberado, y por demostrarme también que no eres una persona débil, te concederé un deseo.

-¿Tu poder es conceder deseos? -pregunté con asombro-

-De hecho, mi poder me lo permite. Ahora anda, dime lo que deseas. Debo volver a mi estado vegetativo.

-¿Eres..., como un genio y su lámpara?

-Algo así. Salvo que yo no le concedo deseos a la gente de alma débil.

Reflexioné todo apresuradamente pero me tranquilicé. Un deseo, un deseo... ¿Qué podría pedir? Podría pedir dinero; fama; dominio; o incluso ayudar a mi familia con algo de lo mencionado; podía pedir lo que quisiera... Y entonces, se me cruzó una idea que no se me hubiera ocurrido jamás, ni a nadie. Pero dentro de todo, tenía su lógica después de todo. La miré a los ojos.

-Deseo que seas libre.

Su silenció me hizo preguntarme si realmente me había escuchado.

-¿Disculpa?

-Lo que escuchaste. Después de conceder mi deseo, tendrás que volver al encierro, ¿verdad? Pues deseo que seas libre para poder navegar por el mundo real, sin que la gente tenga miedo de ti.

Lena me observó a los ojos. Ahora era yo quien sostenía determinación, mientras que ella me observaba sorprendida. Pero su sorpresa desapareció y su seriedad volvió a aparecer.

-Concedido. -declaró y chasqueó fuertemente los dedos produciendo un eco del sonido, y haciendo que una onda blanca salga despedida de sus ellos, extendiéndose hasta perderse de vista-

Cuando todo volvió a quedar en el silencio normal, advertí como la cautela que no había percibido en su rostro sino hasta ahora, desapareció. Vino hasta mí y entonces se abrazó a mi brazo como si fuera una almohada, inquietándome un poco.

-Disculpa, ¿Qué haces?

-Dijiste que sería libre para navegar por el mundo. Pero ahora me di cuenta de que no quiero ir a ningún lado donde no estés tú. -y me miró a los ojos una vez más. Brillaban vidriosamente, y por primera vez, la vi sonreír con plenitud-

Alma de PrismaWhere stories live. Discover now