Capitulo único.

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Desde el inicio de los tiempos, existió un hombre anhelante de sentir calidez en su corazón, esa misma qué solo puede nacer del lazo entre dos seres qué fueron hechos el uno para el otro aún sin creer en ello. El cielo y el infierno no eran ajenos a esa ley.

Tantos años tuvieron qué pasar para qué Crowley al fin aceptara qué sus sentimientos hacía Azirafel eran más qué los de una simple amistad, qué su deseo más profundo era poder probar esos tentadores labios con libertad y al carajo el infierno, seguramente tiraría un galón entero de agua bendita sobre quién tratará de oponerse, incluyendo a Beelzebub por mucho qué este pudiera gruñirle en contra.

Solo necesitaba darse el valor, no pensar en un resultado negativo aunque quizá el más probable. Zira era muy apegado a las leyes del Cielo, tanto qué este mismo ya había negado su simple amistad 82'772 veces.

Crowley tragó en seco al recordar lo anterior, intentando no dar importancia a la punzada de dolor qué apareció en su corazón.

–Quizá si le hago un pastel y dejo un pequeño mensaje dentro...

–No, pésima idea. Seguramente se comería la mitad del papel antes de notarlo.– Se reprendió a sí mismo mientras se balanceaba un poco en una de las sillas de su cocina.

Se estaba arrepintiendo de querer confesarse, pues aún recordaba la última vez qué lo intentó. Ya habían pasado meses de ello, pero sus mejillas se colocaron escarlatas al recordar la estruendosa risa de Anathema luego ver tal escena y es qué en su momento creyó qué era lo suficientemente directo al colocar la canción "You're my best friend" en la radio mientras esperaba la respuesta qué nunca llegó pues el peliblanco había prestado más atención al aparato qué la reproducía qué a la sinfonía en especial.

–¡Lo tengo!– Alzó el brazo derecho cómo si estuviera alcanzando alguna extraña clase de iluminación y en consecuencia, cayendo de espaldas al suelo en conjunto con el mueble.

Cuando finalmente dió la tarde, la serpiente caminaba al encuentro de su presa quién le esperaba paciente en compañía de Anathema y madame Tracy con sus correspondientes parejas. Sus pasos eran torpes y lentos, tratando de atrasar lo qué había decidido, tenía qué acontecer. Al final, su momento de reflexión dió fin, cruzó la puerta y pudo visualizar un ambiente por lo más agradable, lleno de paz qué si bien no era su estilo, no le desagradaba en lo absoluto. Sus pupilas viajaron de la nada hacía el hombre de ojos claros sentado a un lado de la chimenea, este bebía seguramente chocolate, eso no evitó qué elevara la vista y le regalara una sonrisa apenas al verlo, Crowley correspondió del mismo modo pues no podía resistirse a esas redondas y rosadas mejillas, claro, nunca lo admitiría.

–¡Azirafel, hay algo qué necesito aclarar contigo!– Habló casi en un grito involuntario a causa de sus evidentes nervios, más lo qué llamó la atención del ángel fue haber sido llamado por su nombre siendo qué el pelirrojo nunca lo hacía. Aún de pie cerca a la entrada, el más alto colocó sus manos en cada extremo de la cintura como si fuera a dar un reproche y manteniendo un rostro inexpresivo se abasteció de aire para comenzar a hablar.

–Ya no recuerdo cuando fue qué comencé a llamarte "Ángel" quizá fue cuando supe qué era demasiado cobarde cómo para soltar un "te amo"

La habitación carecía de sonido en esos momentos, incluso podría jurar qué los latidos de su corazón hacían eco en ella, más aún no había terminado y ya era demasiado tarde cómo para arrepentimientos.

–Ángel... ¿Podrías no odiarme por esto? Sé qué me aprecias de alguna forma, lo siento en tu voz calma al compartir tiempo juntos, por eso, permíteme seguir diciéndote cuanto he amado cada lado tuyo incluso desde antes de saberlo. –Sin desearlo, su voz había salido en una mezcla de miedo y súplica qué terminó por hacer sus ojos aguarse y agradecer al mismo cielo por portar sus gafas qué lo protegían de verse aún más expuesto.

–¿Cuánto tiempo has callado?– Zira, había dejado caer su taza al suelo y ni siquiera notó el instante en qué caminó a un lado del adverso, su rostro era imposible de leer más allá del pánico.

–Casi 6000 años... Aunque, no lo acepte hasta después de verte en esas mallas, luego de salvarte de la ejecución. –Se permitió soltar una ligera broma tratando de aligerar el ambiente, principalmente porqué juraría estar al borde de un infarto, si es qué era posible experimentar uno.

–Crowley... – Los ojos del más bajo señalaron a las mujeres y hombres qué se tomaban de la mano esperando un desenlace. Había tratado de sonar molesto pero en realidad, ello le había hecho soltar una risilla apenas audible.

–Debiste decirlo antes.– La simpleza de su respuesta confundió a más de uno en esa cabaña, en especial a Crowley quien se vió arisco cuando Zira le tomó de las manos, seguidamente se paró en puntillas y terminó por depositar un casto beso en los labios de su ahora enamorado.

–Este fue el momento indicado...– El demonio sonrió cautivado, experimentando una paz enorme al romper tantos siglos en silencio.

Fin(?)~

"Ángel" (One-Shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora