Sueño humedo

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Estábamos lejos de cualquier ayuda, perdidos en el caluroso y seco desierto, las huellas que el auto dejaba sobre la tierra muerta y agrietada eran sopladas por el viento.
A lo lejos un risco amarillento y lo suficientemente empinado como para terminar con su dolor y mi locura.

El sangrado había parado desde hace más o menos una hora, la mancha se quedaría permanente en el asiento. Estacioné el auto paralelo al borde del desierto, a pocos pasos del risco. Gire la llave del auto para apagarlo, tome los lentes de sol y los puse en mi rostro, me acomode el cabello viéndome en el retrovisor, mismo que utilicé para ver el reflejo de mi amado niño, el cual estaba acostado en el asiento trasero .

Abrí la puerta del auto y salí de este. El sol no solo ardía, ese día quemaba. Saque a Joseph de la parte trasera del auto, lo cargue en mi hombro hasta la orilla del risco, regrese a el auto y saque una botella de agua que estaba en la guantera, gire su taparrosca para abrirla y le di un trago, me acerqué al cuerpo de Joseph y vertí en su rostro el resto del agua, esta limpio un poco la sangre seca de sus labios y su nariz, el asfixiarse hizo que despertara, tenia miedo se apreciaba en sus ojos, me volteo a ver aterrado, yo disfrutaba mucho de aquella escena. Su cabeza giraba desconcertada de un lado a otro, como si buscase algo, fijo su mirada en mi y me dijo con la voz sumida en pánico: «¿qué me vas a hacer? por favor no me mates, no diré nada, yo te amo » Le sonreí lo mas tierno que pude y le respondí: «Yo también te amo, por eso te estoy haciendo esto». Continuo llorando y gimiendo, rogando que no lo lastimara. Su suave piel blanca se pintaba roja, su expresión reflejaba a la perfección una mezcla de miedo, ansias y pánico, sus lagrimas seguían escurriendo, conviviendo con su sangre, salivaba demasiado lo que hacia sus lamentos parecieran mas un puchero que un sufrir.

me coloque en cuclillas y lo bese en el frente mientras sostenía su cabeza en mis manos. Luego solo lo empuje.

cada impacto que su cuerpo recibió contra las rocas era grabado en mi memoria, y reproducido varias veces en cámara lenta, escuchando como crujían sus huesos al chocar con las rocas mismas en las que dejaba pequeñas o muy grandes gotas rojas. paz interior enorme, es la que me causaba el ver como la sangre escurría por su delicada piel, su cabeza estaba destruida, la mayoría de sus huesos estaban prácticamente libres. Una de las rocas fue lo suficientemente filosa para dejarle una larga rajada en su abdomen, misma que dejo al descubierto sus intestinos.

Después de un rato no tan largo, su cuerpo inerte y deformado se estacionó al final del acantilado. Descendí por una pendiente lateral al risco para poder llegar hasta el cadáver. Me quede viendo aquella imagen sangrienta por unos minutos, apreciando cada detalle de esa obra de arte.

su pierna derecha atravesaba su espalda de esquina a esquina, la rodilla de su pierna izquierda estaba girado al contrario de como rotaría una rodilla normal, su brazo derecho estaba desprendido totalmente del resto de su cuerpo, su antebrazo izquierdo tenia expuesto el radio y el cubito , su cráneo estaba destruido y sangraba de varias partes, uno de sus ojos estaba desviado y tenia un derrame. Ahora me gustaba mas que antes. Me agache y probé la sangre directamente de sus labios, tenia un sabor un tanto dulce y metalizado me encantaba. Le baje el pantalón, baje el mio y comencé a masturbarme mientras lo apreciaba. no tarde tanto, en menos de 5 minutos me vine sobre su camisa tapizada en sangre, después me acerqué lentamente a sus labios y lo bese por última vez antes de despertar.

Pensé para mi mismo «Maldita sea Max, aun no lo matas y ya quieres venirte en su cadáver» tenia que hacerlo, no esperaría más para fornicar con el cuerpo inerte de mi novio. Y entonces planee a la perfección como haría mi sueño realidad.

El deseo de los huesos Where stories live. Discover now