Parte 1 Sin Título

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Las piernas le tiemblan, y ni siquiera está parado. Oh, tiene tanto miedo. Siente que todo su interior se retuerce, mientras su flequillo se le pega a la frente y las manos le duelen de doblar tanto los dedos al agarrarse, aferrarse, a la tela de su pantalón. Tiene los ojos fijos en el pasillo que se torna oscuro, interminable, para no cerrarlos pero sí sentir que los tiene cerrados. No puede cerrar los ojos. ¡No puede cerrar los ojos! ¡No puede cerrarlos, no! 

Y tantas palabras, tantos momentos, pasan por su mente convulsionada. Como si viera su vida pasar frente a sus ojos, y más. Como cada noche trabajando como guardia en este MALDITO LUGAR— 

Pestañea, claro, pero súper rápido, para evitar que las lágrimas lo cieguen, y, cada vez que lo hace, siente que su corazón se detiene. 

Faltan menos de diez, menos de cinco minutos para salir.  Jaja, salir. Escapar. Que ese pasillo infinito lo trague y vomite en un pestañear. Sí. Un pestañear tan rápido como el suyo en aquel momento. 
Jeremy espera de todo corazón (ese latiendo tan tan tan fuerte en su pecho que hace rugir los pulmones y costillas dentro de su pecho) que las piernas no le tiemblen tanto al correr por el pasillo porque caerse ahí y tener que arrastrarse, o caerse otras mil veces antes de poderse levantar, le hacía sentir muy patético, y los moretones que le quedaban por días sólo se lo recordaban, haciéndolo sentir patético casi todo el tiempo.

Sus ojos siguen derramando lágrima tras lágrima mientras el iris sacude a la pupila de acá para allá dentro de la esclerótica, y es tan horrible. Las luces que manipula parpadean con locura, lo marean.

Siente cada respiro. El aire fino como un hilo escabulléndosele por la nariz, con un olor nauseabundo; aceite, como el de un taller mecánico, y olor a comida. A comida chatarra. Asqueroso. Asqueroso. Asqueroso. Asqueroso.

Alternando la mirada entre las cámaras y el abismo en frente, dando cuerda a la caja de música, siente la melodía darle vueltas y vueltas en la cabeza, rodeándolo, tan intensa y bruscamente como una calesita con mil parlantes y ningún operario, a pesar de apenas oírla unos segundos.

Siente que va a vomitar. Cada respiro que toma viene peor; menos oxígeno y más olor. Asco. Asqueroso. Iba a llegar a casa y rociarse con desodorante y a limpiar su cada vez más descolorida ropa y a llorar más hasta dormirse. Iba a salir corriendo por el pasillo, cerrar la puerta, y llegar a casa.

Siente las puntas de sus uñas contra la palma empapada de cada mano a través de la tela arrugada de su pantalón. Cuando las suelta, acercando sus manos a las luces de los costados y el botón de la linterna de vez en cuando, tiritan. Oh, siente tanto dolor, en todos lados. Afuera y adentro. Todo, todo le da vueltas.

Cuando cree que por fin se va a desmayar, suena. Eso suena. Las celestiales campanadas que le gritan que es el fin de su turno. 

Es instantáneo, todo lo siguiente. Jeremy libera sus manos. Siente un enorme frío acariciarle las piernas al impulsarse de la silla de oficina, que termina dando vueltas hasta chocar con la pared, y empezar a correr como zángano. 

Se mete sin dudarlo en ese pasillo negro. Está incluso más oscuro que cuando cierra los ojos. La suela de sus zapatillas deslizándose contra las baldosas grasientas (mal trapeadas) apenas hacen ruido. El viento silba en sus oídos a la par de sus gritos y risas, que nacen en el centro de su pecho agitado mientras corre hacia la parte delantera del local y la puerta, la bendita puerta de vidrio llena de marquitas de dedos imborrables.

Puede ya a través del vidrio sucio y a varios metros de distancia ver la silueta de su novio, asomándose para verlo a él.

Llega a la puerta casi chocando con ella al detenerse tras un giro, apoyándose en una de las mesas con mantel de plástico, sintiendo calor en los dedos. Es tan hermoso, escapar de la muerte así. Escapar. No puede evitar sonreír aun más grande, y ve por el rabillo del ojo que Mike tampoco. Continuaba mirando a la nada. No lo podía creer. Creía que moriría en la tercera noche, esta era la cuarta.

Se apoya en el vidrio con los dedos, dejando sus propias marquitas. Jadeando entre risas incrédulas, palpa su torso y luego cintura y bolsillos, agarrando las llaves de la puerta con sus manos inquietas.

Abre, cierra inmediatamente una vez fuera, sintiendo viento venirle por todos lados. Refrescante, unos segundos.

Entonces, con las llaves de vuelta en su bolsillo, unos brazos abrigados lo rodean. Corresponde. Cálido, unos segundos.

Unas manos aun más calientes le agarran la cabeza. Siente un montón de piquitos en su frente, de la que dedos largos y muy delgados corrieron mechones de pelo con rapidez apenas segundos antes.

Ríe. Ríe mucho, y Mike murmura cosas contra su frente y cabello. Cosas como 'te extrañé tanto, tanto', 'me alegro de que hayas podido salir', 'sabía que lo ibas a hacer, sabía que lo ibas a lograr', y 'te amo, te amo'.

Las manos bajan agraciadamente hasta su rostro y sostienen firmemente los costados, los meñiques acariciándole la mandíbula con cariño. Apenas y tiene cachetes, así que las manos apachurran hasta llenarse, un poquito. Tan aplastadas están sus mejillas entre las cálidas y suaves palmas, que puede notar el color pálido de su piel por la periferia de su mirada, ahora tan nítida y tan hermosa. El sol aun no sale, pero Jeremy siente que brilla como nunca, y en los mediodías siente que lo enceguece.

Otro montón de besos chiquitos le cae en las mejillas. Entonces, aquellos labios se le posan en los párpados, en la frente, bajo los ojos, en la nariz. Incontables en las sienes, que ahora están tan frías. Muchos más en el puente de la nariz. 

Y los murmullos continúan. 'Estoy tan, tan agradecido', 'Estoy tan feliz', 'Estoy tan tranquilo, ahora'. 'Te extrañé tanto, tanto, tanto...'. 'Te amo', 'te amo', 'te amo'.

Jeremy sigue riendo. No lo puede evitar. Ríe mientras llora. Se siente tan vivo. Tan amado. Tan súbitamente feliz.


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⏰ Cập nhật Lần cuối: Sep 13, 2019 ⏰

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nada que ver con nada (es jeremike)Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ