Capitulo uno

33 3 0
                                    

Dieron las 12 campanadas de la media noche, llegada tardía, añorada, con la pasividad misma esperada de la reciente entrada a las vacaciones de invierno, el aire helado quemaba la piel sin pena alguna, mientras el viento violento amenazaba con perturbar las hojas de los dormidos árboles que aún se balanceaban en llanto mudo. Movidos por el amor, quizás por la necesidad, un puñado de personas se encontraban reunidas frente a un colegio segundario, al resguardo del viento tras dos colectivos de una empresa ya bien conocida por esos lares, diestra y recomendada por un número importante de personas como una buena opción de empresa para realizar viajes importantes. Mirando atentamente aquella fría imagen, se podía encontrar un puñado de chicos de entre 16 y 17 años esparcidos por el área cercana al colectivo, rodeados de familiares, amigos o corriendo por allí tras un gorro arrastrado por el viento, cruel mensajero de lluvia que alertaba el cambio.

Algo alejado del tumulto de personas que no paraban de reír y hablar entre ellos, una pequeña familia se alzaba en calma muda, dejando que el silencio pesara sobre ellos como una columna de hormigón. La mujer de hermosos rizos pelirrojos, se encontraba realizando su llamada número 10 a un numero bien conocido por ella, la de su marido. Aquella campera de cuero puesta sobre sus hombros y esa hermosa cartera de marca, daba a entender que aquella mujer provenía de una clase social casi soñada por aquellos momentos de crisis, dada la suba del dólar, era extraño por aquellos lares ver la ostentación de tan divino conjunto y menos del reciente celular que sujetaba sus manos enfundadas en guantes de seda. Aquellos hermosos ojos oscuros estaban nublados de molestia y llanto ¿Cómo era posible que a ese hombre tan ocupado, se le hubiera olvidado despedir a su hijo en tan anunciada partida? ¿Cuánto tiempo habían conversado de eso con él? No estaba molesta por ella, por la falta del hombre, sino por el tierno muchacho de pie a su lado, con aquella mirada cobriza deslizándose por el suelo de forma lenta, visiblemente desilusionado con lo que estaba sucediendo a su alrededor. Preciso era recalcar que aunque nunca había sido tan unido con su padre, realmente esperaba con todo su ánimo ausente que estuviera a su lado cuando abordara aquel colectivo veloz, rumbo a la experiencia. Una semana completa estaría lejos de sus padres, en Buenos aires, asistiendo al Modelo de Naciones Unidas, no solo como representante de su colegio, sino el de su provincia. El orgullo tintaba su piel tanto como la desilusión de la falta de apoyo paterno, por lo cual no sabía muy bien como sentirse frente al esperado viaje. La mujer intervino ante tan lamentable escena, lo que menos quería era ver llorar al muchacho antes de dar aquel gran paso hacia su independencia, aunque esto también significara abrir sus alas protectoras y ver a ese pajarillo volar solo por primera vez, lejos de su mirada colmada de ilusión. El muchacho y ella eran claramente diferentes, comenzando por sus ojos que distaban mucho de parecerse, una respingada nariz que no se compraba a la de ella más aguileña, una boca pequeña color cereza que parecía haber sido sacada de una revista de moda, contra aquella estilizada sonrisa de modelo que aquella mujer presumía, se notaba a leguas que no estaban emparentados por sangre, pero ante el amor toda prueba era insuficiente. Todo el mundo conocía aquel pequeño desperfecto en esa adinerada familia, era pan de cada día, en cada esquina, a casa paso, un susurro acusador de personas con ánimo de ofender contrastaba con el ruido de los coches. Era preciso ser sincero al hablar de su madre materna, cuyo paradero les era desconocido.

-Siempre hace lo mismo...- murmuró el muchacho mientras se encogía de hombros, la mujer lo miró de lado mientras cortaba la llamada sin respuesta, ella también estaba cansada de la situación, pero después de tanto tiempo y amando a ese niño como suyo, había sido incapaz de dar un paso al costado de aquella buena vida, junto al retoño del sol naciente- pero bueno, ya está- dijo fijando sus ojos cobrizos en los de ella, dibujando una sonrisa divertida, que pasó a ser una enternecida al ver las copiosas lágrimas que caían de esos tiernos ojos femeninos frente a él- ¡oh, vamos! No llores, Gabriela- era claro destacar que el muchacho nunca la había llamado mamá- te mandaré mensajes muy seguido, también sacaré muchas fotos- continuó ladeando la cabeza- ni te darás cuenta de que me fui...- ella interrumpió su monólogo sujetando aquel rostro fino entre sus manos, cuyos dedos desbordaban de anillos brillantes, llenó de besos aquellas mejillas tiernas de niño que aún conservaban su suavidad. Él se dejó tratar no tenía problemas ante las muestras de afecto público, pero mantuvo un ojo atento por si uno de sus compañeros de curso atinaba a fijarse en él.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Nov 10, 2019 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

EstocolmoWhere stories live. Discover now