El regalo que te debía

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Una noche Priscila recordó visitar a su padre. Hacía meses que no lo veía, desde que se fue de su casa solo lo había visto dos veces. Sintió algo en el pecho que le hizo recordar su casa, su viejo hogar. Su padre le abrió la puerta cuando llegó y se emocionó tanto el viejo que Priscila empezó a sentir nostalgia. La casa ya no lucía igual que antes, no había ningún toque femenino tal y como la recordaba antes de irse. Su padre preparó la cena mientras ambos se interesaban en saber cómo estaba el otro. Ella tenía problemas y el casi anciano padre también. Antes eran un equipo, juntos podían contra todo, pero ahora solo los une el recuerdo.

Conversaron tanto esa noche que sabía a ayer. El tiempo corrió y se hacía tarde para la joven. No quería irse, pero tenía que partir. Se abrazaron fuerte en la despedida y ella prometió que vendría al día siguiente con un regalo para él. Ambos sonrieron, pero como quién se espanta por algo perturbador, el viejo borró la sonrisa. Priscila lo notó y sintió mareos. Sus encías sangraban y ninguno entendía por qué. La joven corrió al baño y se miró al espejo. Pensó que no era para tanto, se enjuagó la boca, pero seguía el sangrado. Era sutil, pero, extraño; desagradable. El padre estaba preocupado, nervioso. Le tocó la puerta más de tres veces hasta que salió por fin. Ya no había sangrado y ella sonreía. El viejo se tranquilizó y le preguntó sobre su salud. Ella dijo que esas últimas semanas no la había estado pasando bien. Así que, a pesar de que su hija minimizara la situación, él insistió con ir al médico. Ella era terca, testaruda, sin embargo, sentía curiosidad; preocupación. Se fue a casa prometiendo a su padre que al amanecer irían al hospital más cercano.

En la madrugada, las pesadillas se apoderaron de Priscila: le acuchillaban por el estómago y en la cabeza. Gritaba, pero como en todo sueño, nadie va por ti más que tú mismo. Despertó con jaqueca, se revisó los dientes; las encías. Se estaba cambiando cuando su padre llegó: le había dado su ubicación. Era muy temprano y hacía frío, extrañamente había llovizna y un poco de neblina. Aun así fueron al hospital. Antes de entrar ella hizo una llamada. Su padre la admiraba como ayer y sus pensamientos se concentraron en pedirle que vuelva, ¿qué podía perder?, daba igual si le decía que no, pero, si le decía que sí... Se lo diría saliendo del hospital.

Pasó por un médico y no encontraba nada en ella, sin embargo, el indicio de las encías sangrantes hizo que el médico dudara que estuviera bien. Priscila seguía con dolor de cabeza y quiso irse, pero solo se quedó porque su padre le insistió. De camino al segundo médico donde le habían derivado el padre la tomó del brazo, le habló con suavidad, pero su hija estaba ida. Dudó, entonces, de la esperanza que tenía, de la mínima probabilidad que circulaba por su cabeza, se estaba arrepintiendo de pedirle que volviera. Le dio nostalgia y recordó cuando le llevaba a la escuela. Siempre tenía que apurarla y para no llegar tarde la llevaba en brazos. Saltó en sus recuerdos, saltó varios años. Ella lo amaba, lo amó, le dedicó su segundo lugar el día de su clausura de quinto año. Él estaba tan orgulloso. Era su princesa. Secó sus lágrimas sin que Priscila se diera cuenta.

Entró la hija donde tenía que entrar y el padre no la pudo ver hasta que salió de emergencia en una camilla. Priscila tenía sangre en la boca y estaba pálida. El pobre viejo se descompensó al verla y con las últimas fuerzas fue tras la camilla. Recordó mientras corría hacía ella el día en que Priscila con diez años se cayó de su bicicleta. Al inicio pensó en sonreír, pero la pequeña no se movió del piso y corrió, corrió en su auxilio como si huyera de alguien, la vio y ella sonreía, no se había lastimado. Le gustó el suelo frío y la adrenalina que había sentido era demasiada para levantarse de inmediato. Pero, ahora no sonreía, la sangre cubría el recuerdo y lo desterraba.

Llegó a cuidados intensivos siguiendo la camilla y no le dejaron pasar. No entendía nada, solo esperaba irse a casa con su pequeña y que le sonriera como esa vez. Pero Priscila nunca salió. Falleció. Los lamentos tan devastadores del viejo no pudieron traerla a la vida, ni las súplicas a Dios, ni los golpes en el pecho pudieron hacer el milagro. La hemorragia cerebral fue inevitablemente fatal. La leucemia la había consumido. Pero él seguía sin entender, Luego del llanto estuvo atónito, sin parpadear, llegó a no sentir nada y caminó esperando encontrarse con la muerte.

Pasaron cuatro horas desde que se desmayó y al levantarse de la camilla en donde lo pusieron se fue rápidamente a su casa repitiendo suavemente que su hija iba a llegar a verlo, que estaba ansioso por recibir el regalo que le prometió.

Los médicos no entendían su delirio y casi lo obligaron a que se quede, pero fue imposible. Él sonreía e imaginaba a Priscila llegando con su regalo. Así que fue a casa y se sentó pendiente de la puerta. Miraba de vez en cuando por la ventana y cada vez que lo hacía lloraba con lamentos. Y no entendía por qué. Se daba ánimos y se repetía que ya llegaría.

Pasaron las horas del día y pensó en que tal vez lo había olvidado. Se apresuró y fue a buscarla a su casa. Cuando llegó la puerta estaba junta, así que empujó emocionado, las luces estaban prendidas y eso le hizo alegrarse al viejo. Sintió que se le iba el delirio y se acurrucó en las más grandes esperanzas. Se quiso convencer de que todo lo que vivió fue un sueño. 

Un joven estaba en la sala y ni bien entró el viejo este se esforzó en salir. No le interesó quién hubiera entrado ni lo que tuviera que decir. Lo único que dijo fue que ya estaba de regreso Priscila y que el otro fin de semana no podía quedársela como de costumbre. Se fue, sin preguntar nada.

El casi anciano se acercó a Priscila, la cogió en brazos lentamente y lloró un largo rato. A los pocos minutos habían dos llantos tristes, dolientes, desgarradores. Con tres años la pequeña Priscila entendió que no volvería a ver a su madre y el abuelo supo que aquella niña sería el mejor regalo que le dio su hija. Entonces comprendió por qué se fue un largo tiempo y la amó a pesar de todo, como siempre lo había hecho.

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⏰ Last updated: Nov 27, 2023 ⏰

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