Parte 1 Sin Título

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Progenitora:


De niño siempre tuve la esperanza de que en algún rincón del frío corazón de mi madre hubiera algo de amor hacia mí, sin embargo cada día ella se esforzaba por reducir dichas esperanzas. Siempre me trató mal, me golpeaba e insultaba, decía que no había sido su elección traerme a este mundo, que si por ella fuera hubiera abortado.
Una de esas noches en las que mi madre estaba tan ebria que simplemente se desplomó en la sala de estar, alguien llamó a la puerta, era tarde por la noche y con esa inocencia que caracteriza a un niño abrí de lleno la puerta, detrás de esta había una niña, casi de la misma edad que la mía, tenía la piel un poco pálida y unos hermosos ojos negros.
Me pidió pasar la noche en mi casa, yo no estaba seguro de lo que sucedería si mi madre llegara a despertar, aun así no podía negarle cobijo por esa noche. La recosté en mi cama y yo me quedé sentado en la colcha, vigilando por si mi madre llegaba.
La luz de la mañana golpeó mi rostro y de inmediato me llene de pánico pensando en la niña y mi madre, ella ya no estaba en la cama, y por suerte mi madre seguía desmayada en medio de la sala, decidí salir de ahí e ir al colegio, no quería lidiar con mi madre.
Casi siempre llegaba a mi casa de noche, no quería estar ahí, así que trataba de evitar llegar temprano, siempre iba a las casas de mis amigos a jugar con ellos un rato, los padres de estos se extrañaban por la frecuencia con la que iba y por el desinterés de mi madre en la hora a la en que me iba, aun así nunca nadie se interesó en rescatarme de aquel terrible hogar.
Llegué a casa aproximadamente a las 7 de la noche, adentro mi madre esperaba enfurecida. Había encontrado restos de tierra en la colcha de mi cama y entre gritos e insultos me mandó a lavarlas, éramos pobres, por ello en la noche no había agua en la casa así que tuve que salir hacia el riachuelo que corría a unas cuadras, entre llantos llegue al riacho y antes de que meta las colchas en el agua noté la presencia de alguien o algo en unos matorrales que crecían junto al agua, me asomé y ahí estaba, me miraba con sus negros ojos y me susurraba «nunca más... nunca más...» inmediatamente supe lo que iba a pasar y fui corriendo a casa, al llegar ella ya no estaba, mi madre había desaparecido y sólo encontré un hilo de sangre que terminaba en la ventana de mi habitación. La policía escribió en su informe que mi ni madre desapareció, aunque yo sabía bien lo que había pasado. Luego de eso fui a vivir con mis abuelos y ahí crecí el resto de mi infancia.


Como un sueño:


Supongo que uno siempre está atado a su pasado. Habían pasado varios años, terminé mis estudios y me había casado, la alegría de mis días provenía de mis dos hijas, la menor se llamaba Laura, «"Laura" siempre tuve la idea de que aquella niña que me había ayudado ya hace tantos años se llamaba Laura, nunca me dijo su nombre ni se lo pregunte pero muy dentro mío sabía que ese era su nombre».
Pero como siempre la vida no era perfecta, en mi caso era mi esposa la que me torturaba. La había conocido en los últimos ciclos de la universidad, vi en ella bondad y carisma, algo que nadie más vio porque simplemente eso no existía en su ser, con ella tuve un romance repentino, de los que te golpean fuerte y de la nada, estábamos tan enamorados que nos casamos y tuvimos una vida feliz hasta que nació nuestra primera hija. Ella empezó a cambiar, su carácter se tornó gris y amargo, trataba de estar el menor tiempo con la niña y hacía ademán de no quererla. Aún con todas estas cosas nos amábamos pero la llegada de nuestra segunda hija sólo empeoró la situación, mi esposa empezó a beber y a llegar tarde por las noches, trataba mal a las niñas y cada vez me recordaba más a mi madre, recuerdo que me acusaba de querer más a mis hijas que a ella, fingía estar enferma sólo para llamar mi atención, aun así mi prioridad siempre fueron mis hijas.
La situación no hacía más que empeorar, cada vez los berrinches de mi mujer y su consumo de alcohol eran peores. Una tarde al llegar a casa después del trabajo no encontré a las niñas en casa, sólo había una nota.
David, llevé a las niñas con un médico,
Laura se encuentra mal, volvemos en unas horas.
Al principio cierta sospecha recorrió mi mente, «no creo que sea algo para preocuparse» pensé, como siempre mi inocencia era algo que destacaba. Pasaron varias horas, alguien llamó a la puerta, desperté y me levanté del sofá, abrí la puerta. « ¿L-Laura?» no, no era mi hija, reconocería esos ojos en cualquier lugar.
— ¿Laura?
— e-es mi hija — solo alcancé a decir eso, ella me miraba de forma curiosa, como la niña que era. No pude contenerme más, me agaché y la abracé fuertemente, casi llorando le daba las gracias.
— ¿puedo pasar la noche en tu casa una vez más?
Sin dudarlo la invite a pasar, la lleve a mi habitación y la arropé como si fuera mi propia hija.
— haz cambiado David, pero sigues siendo un buen hombre
Tras decir esto quedó profundamente dormida.
La puerta volvió a sonar, esta vez eran mi esposa y mis hijas, « ¿cómo le explicaría esto a mi esposa?», bajé rápidamente las escaleras, mi mujer me observó fijamente y se me abalanzó encima, «dejé a las niñas con tus padres, hoy vamos a pasarla bien», medité brevemente la situación, «vamos fuera de casa» dije, cogí mi chaqueta y la jalé hacia la puerta. Esa noche me volví a enamorar de mi esposa, fuimos a beber unos tragos en un viejo bar de cuando éramos jóvenes, ella se portó tan femenina y seductora que me desdibujó el mundo. Del bar a una disco y de ahí a un motel, fue una noche de las que no había tenido hace años, hasta el punto de no recordar bien lo que pasó.


Fin:


Me despertaron los rayos del sol en mis ojos, seguía en aquella habitación de hotel, mi mujer no estaba conmigo, me encontraba desconcertado, la boca me sabia raro y mi cabeza daba vueltas, era la típica resaca «me comporto como un niño» pensé y me recosté, trataba de recordar los hechos de la noche anterior, por mi mente pasó mi mujer, aquel bar, la casa y... ¡la niña que deje durmiendo en mi habitación! Me compuse lo más rápido que mi desgastado cuerpo me permitió y abandoné la habitación sin percatarme del hilo rojo de sangre que salía hacia la ventana.
Llegué a casa más temprano que tarde, ya me conocía esta escena, la niña ya no estaba en la habitación y solo habían marcas de tierra entre las sabanas, extrañamente no había nadie en casa, recorrí todos los cuartos y no encontré a nadie «iré a buscar a las niñas en la casa de...» en aquel momento recordé que mis padres no estaban en casa debido a un viaje, se me heló la sangre « ¿se habrá referido a sus padres? No lo creo» sus padres eran ariscos e indiferentes con nuestra familia, me detuve un momento a pensar la situación, me senté en el sofá, mi celular estaba en la mesa de enfrente, un mal presentimiento recorrió mi espalda, entonces cogí el móvil y revisé las notificaciones, solo había un mensaje de voz de mi esposa, lo que encontré... era indescriptible.
— ¿Mami? ¿Vamos a visitar a los abuelos? ¿Ya llegaron?
*ella no responde
— ¿mami?
*se escucha como bajan del auto, suenan llaves.
— entren niñas, espérenme un momento, sus abuelos llegaran en un segundo.
*cierra la puerta de la pequeña casa con llave, se llega a escuchar como ella va derramando un líquido alrededor de la casa.
— ¡te quiero sólo para mí! ¡Si hubiera sido mi elección jamás hubiera tenido hijas!
*se escucha un cerillo y las llamas empezando a propagarse.
— ¡ahora escúchalas! ¡Óyelas sufrir!
*el fuego empieza a propagarse.
— ¿mami? ¡¿mami?! ¡Ábrenos! ¡mamá hace calor aquí, déjanos salir!
*las niñas empiezan a gritar y llorar
— ¡mamá! ¡¿Por qué nos haces esto?! ¡Mamá ayúdanos!
*los gritos se vuelven aún más terribles
— ¡mamá déjanos salir! ¡Por favor mami sálvanos! ¡Ayúdanos papi!
*los gritos cesan y solo se escucha el fuego de fondo
— nunca más... nunca más...
*se termina el mensaje de voz.
Lagrimas empiezan a brotar de mis ojos, un alarido sale de mi boca y dejo caer mi cuerpo, «q-que está pasando... cómo fue capaz de algo así...» me acurruco en el suelo y empiezo a llorar y maldecir; maldigo a dios y mi esposa; maldigo a mi madre y a mí mismo. No puedo lidiar con este dolor, no puedo... simplemente no puedo...
Siento un pequeño cuerpo que se abraza a mí, giro la cabeza y es ella, la niña de ojos grandes y negros, está llorando.
—lo siento, ¡no fui lo suficientemente rápida! ¡Perdóname David!
Lagrimas brotan sin cesar de su rostro, como podría culparla, la abrazo fuertemente contra mi pecho y los dos lloramos juntos, ella es solo una niña.
—llévame contigo, por favor, ya no quiero seguir aquí, por favor... por favor... sácame de mi sufrimiento.
—lo siento David, perdóname por hacerte vivir esto una y otra vez, en serio lo siento, pero... debemos volver a empezar otra vez...

progenitoraWhere stories live. Discover now