Parte 3 El viejo indocumentado

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No fue mucho tiempo el que se sucedió en aquella desabrida travesía. Pronto, Matt Miller desabordó el autobús y se encaminó cabizbajo rumbo a los pies de aquel casi terminado rascacielos. Al llegar, recibió la bienvenida de su malhumorado capataz, el cual, solía siempre recibirlo con una sarta de perpetuos reproches, los cuales, a medias concluían con alguna tajante orden exigida a truena dedos. Matt, solía siempre hacerlo enfadar, pues se encargaba de responderle de forma despectiva y sarcástica, mientras le daba la espalda y se encaminaba a su casillero. Esta vez no fue la excepción, y al llegar a su casillero, no tardó en enfundarse su chaleco de cuero, ajustarse su cinturón de herramientas y colocarse su casco verde fluorescente de protección.

Al poco rato, iba ya de subida en el ascensor, el cual, se encontraba repleto de indocumentados que habían logrado incorporarse a la sociedad con trabajos de alto riesgo. Esos, que nadie quiere hacer. Matt, en la esquina del ascensor, observaba pensativo aquellos rostros, los cuales, denotaban una tristeza tan profunda que se le clavaba en las sienes. Se preguntaba, cuáles pudieron haber sido las razones por las que aquellos indocumentados, habían decidido dejar sus hogares, para adentrarse a una ciudad tan repleta de basura, como esa. Su estómago, se revolvía de tan sólo pensar en esas cosas, mientras trataba de ignorar la verdadera razón por la cual, él mismo se encontraba allí. Sin alma rumbo al arduo trabajo. Sin sentido, sin colores, sin sabores. Tan alejado de sus amigos. Tan alejado de las cosas que solían hacerlo sentir un poco menos, solo.

La puerta del ascensor por fin se abrió, y fue entonces cuando el día realmente comenzó. Se concentraba, el muchacho, en levantar las varillas metálicas que formarían parte de los soportes del gran rascacielos; y mientras les amarraba con gruesos pliegos de alambrón, se reía de la suerte de aquellos pobres donnadie que llegarían a formar parte de aquella gigantesca prisión. Pero, al mismo tiempo, ahogaba sus burlas internas imaginándose a sí mismo, hundido en un inmenso mar de aburridos documentos que volaban por toda la oficina. Con el estruendoso retumbar de millones de teléfonos, exigiendo, todos al mismo tiempo el poder ser atendidos. Se veía enfundado en un grisáceo traje, mientras alguna estúpida corbata le estrangulaba hasta asfixiarle. Allí sentado, se veía desde lo alto soportando a un mar de secretarias estúpidas pasando a toda prisa clavando sus estúpidos tacones en el suelo, y cuchicheándose entre sí, los chismes más candentes de la semana. Pero, mientras navegaba sobre aquel deprimente mar de imaginación, Matt Miller comenzó a sentir asfixia, como si poco a poco estuviese hundiéndose. Y entre más imaginaba, más solitario y miserable se sentía. Así que, sin más ni más, se sacudió el rostro y se limitó solamente a proseguir con el amarre de aquellas retorcidas varillas, puesto que, su parte favorita del día estaba a punto de comenzar. La hora de soldar.

Y así, entre alambres de todos tamaños, gigantescas vigas de grueso metal, varillas retorcidas y chispazos de incandescentes choques eléctricos, el día se desvaneció cual blanco y deforme nubarrón. Al teñirse el cielo de naranja azulado, Matt se encontraba en el doceavo piso, sentado a la orilla de una gruesa viga, aventándole al atardecer, torrentes de humo blanco espectral. Observaba, desde aquellas alturas, lo inmenso del firmamento y se preguntaba cuán grande podría llegar a ser. En su vasta imaginación, volaba a incalculable velocidad por sobre aquél gran firmamento y traspasaba la atmosfera. Iba en línea recta ascendente cual potente saeta, sintiendo en su rostro el manotazo de un viento paralizante, mientras sus largos cabellos, azotaban una y otra vez en su rostro. Estaba a punto de llegar a Júpiter, cuando, de pronto, una rasposa voz le hizo salir de su trance, mandando al caño por completo aquella excitante travesía.

—Acá andas, Mateo...—dijo un encorvado y simpático viejecillo, mientras se acercaba sonriente.

—¿Qué hay de nuevo, Anselmo?

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⏰ Last updated: Nov 02, 2019 ⏰

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Ambar (Tercera parte)Where stories live. Discover now