Capitulo 1

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Severus Snape siempre tuvo una vida de mierda, la mierda más horrible que se podía imaginar, esa clase de mierda de perro enfermo que pisas accidentalmente, que te dan arcadas al estar cerca y solo quieres deshacerte de eso en cuanto fuera posible, bueno, esa clase de mierda era su vida, no era dramático, solo era sincero. 

Pero sus oportunidades escolares se ampliaron al ser de los mejores, siempre con la cabeza en alto, orgulloso, intentaba tener una buena imagen para ocultar ese aterrado chico que ocultaba en su interior, él le tenía miedo al mundo, pero con las mentiras correctas, podía creer por unos instantes que si lo deseaba podía salir del agujero del que venía. 

¿Optimismo? para nada, todo lo contrario, era alguien pesimista, ¿Era atractivo por lo menos? imposible con sus genes, la nariz de su padre al igual que esa mirada de que todos eran idiotas comparados con el (muchos lo eran), con el escuálido y delgado cuerpo de su madre al igual que su cabello, marchito decían algunos, enfermizo otros. Todos eran estúpidos porque, si, no podía pedir mucho con sus orígenes, pero la piel cetrina no era piel de cadáver, que ellos aspiraran a otros estándares y se forzaran a cambiar su cuerpo a encajar con ser piel blanca, negra o morena ¿Eso existe siquiera? cuando investigo por última vez había tanto subtonos que por algo en el maquillaje existían tantas tonalidades y bases que llegaban al 20. 

El era alguien bastante rancio, realista e incluso pesimista, sin llegar a ser catastrófico, era excesivamente precavido, rozando con la paranoia (¿Podían culparlo?), era un completo desinteresado en varias cosas que los demás consideraban "vitales" el era una persona de gustos básicos, comer, dormir, leer, esa clase de cosas conformaban para él una vida feliz. 

Tenía muchos trucos bajo la manga, él sabía sobre muchas cosas que personas a su edad no sabían, desde muy chico si era sincero, algunos podrían decir trastornado, el solo sacaba provecho de sus vivencias, llorar y quejarse nunca servía de nada, desde que era un pequeño infante supo que debía ajustar sus pantalones, tomar todo su valor y enfrentar al mundo con lo que tenía, ningun metodo era malo, la vida era una infame y no existía nada como la suerte, el karma o la fortuna, todo lo haces tu y lo sacas tú, y esperar a que tengan buenos resultados porque las personas no era una cosa mejor que la vida misma, tú tenías que hacer tu parte y más porque no podías confiar en que el otro cumpla la suya. 

El le hizo frente al mundo y había conseguido tanto que ahora tenía, lo que consideraba, su primer y mejor amigo, una persona nacida en cuna de oro, con sirvientes a su antojo y con el dinero para tirar por la ventana, pero él no se acercó por dinero, como el otro no se acercó a él para burlarse. 

Lucius Malfoy, un hombre mayor que el quien sonreía hipócritamente a todos los necesarios, el mejor en los negocios, alguien bien educado y con los pies bien plantados en la tierra, a comparación con otros niños ricos, el si que sabía sobre su posición privilegiada, su atractivo físico y ese don para encantar a las personas con su elegante habla. 

Se encontraron, se miraron mal, se insultaron un par de veces, hablaron con sarcasmo y ahora solo sonreían ante el otro esperando alguna maldición, no era una amistad común, pero era la mejor que obtuvo, no había mentiras, de hecho era todo tan sincero que no había miedo entre ellos, así el rubio lo presentó a su padre. 

El señor Malfoy era igual a su hijo, Lucius era una calca de Abraxas, por lo que no fue dificil tratar con el, el rubio lo presento solo para notificarle sobre su amigo, que si no estaba disponible o se había perdido por ahí y escuchaba el nombre de Severus, que se enterara que era ese chico pelinegro, no le preguntaba y no le interesaba, solo era para mantenerlo al tanto. 

Una tarde fue a buscar a Lucius pero este se quedo estancado en un lugar y no podía llegar hasta un par de horas, el clima era tan asqueroso como siempre lo era el inglaterra, así que se quedó con Abraxas, en un inicio se ignoraron mutuamente con suma indiferencia, pero el hombre no lo podía dejar solo ni echar y él no podía hacer lo que quisiera porque no era su casa. 

Yo soy el segundo plato y tu la segunda mesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora