Gloriosa cogida

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Tomó mis senos con ambas manos para juntarlos contra su cara y los colmó con desesperados y dulces besos. Un cosquilleo profundo nació de mi pecho y me inundó completa, erizándome la piel, causándome una angustia profunda y sin sentido que nunca antes había experimentado.

Esa extraña agonía se convirtió en un ardor que bajó por mis entrañas hasta la pelvis, allí se transformó en humedad. No lo soporte más y dejé escapar una exhalación quejumbrosa. Sus pupilas dilatadas de deseo advirtieron mi cara distorsionada y sus labios no dudaron en bajar a buscar el epicentro de mi éxtasis.

Entre mis piernas, su lengua se sincronizó con mis latidos, y poco después, vino la explosión. No debía gritar, pero sólo mis quejidos podían liberar aquella energía acumulada. Llena de placer, pero con ansias de más, enredé mis dedos en su cabello y arrastré su rostro hacía el mío para que nuestros sexos por fin se conectaran.

No me apuró con rápidas envestidas. Fuimos lento, yendo y viniendo, uno dentro del otro. Aun así, pronto nos sobrevino el desespero. Nuestros cuerpos se agitaron en un desenfrenado golpeteo que terminó con la imparable erupción de satisfactorios alaridos.

No debí haberlo hecho. Era el hermano de mi mejor amiga y era seis años menor que yo. Yo estaba de visita, cuidando a mi abuela enferma. Ella nos escuchó y la imagen de nietecita recatada que tenía de mí, se fue al carajo.

Me sermoneó por semanas, pero se guardó el secreto. Con el tiempo comprendió que yo ya no era una niña, sino una mujer dueña de sus decisiones y deseos. Poco después terminé la universidad y me fui de la ciudad.

Ya no recuerdo su cara, pero esa gloriosa cogida aun la tengo grabada en mi mente.

Gloriosa cogidaWhere stories live. Discover now