Único

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❤️

Olía a polvo, pero Kirishima parecía tan entretenido con las viejas películas de su padre. Las cuales estaban en una caja, olvidada, en el sótano, cogiendo polvo y, ahora, esparciéndolo en su sala.

Ya podía escuchar a su mente al regresar: "¡Katsuki, limpia los muebles! ¡¿Por qué coño están llenos de tierra?!"

Enojada y estresada por la víspera de navidad, si. Bakugō pasaría los siguientes días aseando la casa, era lo más seguro.

—Bien, ¿Qué te gustaría ver? —Preguntó el pelirrojo después de sacar la mayoría de las cintas—. Hay de terror, algunas románticas y uh. . . —siguió sacando más, luego continúo—: y de navidad ¡Genial! ¡Veamos alguna!

—Ugh ¿Es necesario? —pronunció con cierto desanimo—. Podemos ver otra.

— ¡Pero es navidad! ¡Vamos, siente el ambiente!

Bakugō se limitó alzar sus hombros con desinterés, pues en realidad no le importaba mucho.

—Solo elije una, cariño.

Eijirō dejó pasar la falta de entusiasmo de su novio solo con el apodo cariñoso con el que le llamó. El pelirrojo era alguien fácil, alguien bien enamorado sobretodo.

—Sisi, eh ¿Quieres ver el Grinch? —siguió. Bakugō entendió eso como que se aferraría a las pocas cintas navideñas de su padre—. O podemos ver, uh, ¿Krampus?

Le dedicó una sonrisa al decir que si, pues además de que si hubo una cinta interesante que combinaba el terror con el tema navideño estaba contento. Contento de que su novio estuviera presente esa navidad.

La familia de los Bakugō normalmente pasaban noche buena solos, previeron pasarla con las madres de Eijirō pero se dificultó cuando ellas tuvieron que viajar al extranjero de último momento. Aún así las esperaban en la cena, y de no ser posible aquello, Eijirō estaba con ellos.

Estaba acostumbrado al silencio cuando estaba en casa, a los sutiles gritos de su madre dirigidos a él y la calmada voz de su padre llamándole para ayudarle de vez en cuando en algo de la decoración o con el aseo del hogar, pero a lo que no estaba acostumbrado era a tener a Kirishima ahí.

A su escandaloso cabello rojo sin tres kilos de gel, íntimamente lacio y sin peinar. A su afilada, y preciosa, sonrisa.

A su risa, llenando los espacios vacios de su habitación durante las tardes. Volviéndolos más cálidos, irónico tras el jodido infierno de nieve y frío que vivían. Volviéndolos más ligeros y agradables.

Pero sobre todo no estaba acostumbrado a compartir la tibia sabana, no ahora y seguro no lo haría en un futuro.

¡No lo malinterpreten! Katsuki e Eijirō podían tener mucho saliendo, pero cosas tan pequeñas y habituales eran todo un torrente de sentimientos que no podían soportar; o bueno, eran difíciles de soportar para el iracundo rubio.

Pues, sentados en el sofá, con las pieles tan próximas, envueltos en la frialdad invernal y a la vez en la calidez de su amor juvenil, con aquella aura navideña que predominaba por toda la sala —pues el árbol se alzaba al lado del mueble del televisor, cerca de ellos, con inmensa preciosidad— y unos que otros gritos de miedo provenientes de la cinta de terror navideña, Bakugō solo podía sentirse inquieto por la cercanía de su novio.

¿De mala manera? No. En el fondo aún seguía siendo un inexperto en el amor, que simplemente con el estar sentados, cubriendo sus piernas con una manta era demasiado para su joven corazón.

Sabanas tibias [Kiribaku]Where stories live. Discover now