Abdicar

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Fui elegida desde mi nacimiento, fui preparada e instruida dentro de las 4 paredes de mi habitación para ayudarme a controlarme y darle así a mi pueblo la Reina que se merece. Soy la legítima heredera portadora de magia, la digna dueña de la corona, soy un regalo disfrazado de maldición que unificaría dos tierras, dos razas, dos pueblos.

Soy la que los llevaría a la grandeza.

Pero ya no puedo seguir haciéndolo.

No cuando mi corazón ya no solo está en mi pueblo sino que le pertenece a alguien más

No cuando la voz en mi interior sigue presente diciéndome que soy alguien más que la persona que moldearon, soy alguien más que la persona que ellos quieren que sea.

No puedo gobernar cuando no puedo tener a la persona que amo a mi lado.


El viento lo trajo a mí. Fue gracias a Gale que llegó hasta mi balcón en una noche de insomnio mientras admiraba las estrellas. El espíritu de invierno llegó sin invitación solo para entrar por siempre.

— Lo lamento mucho, señorita. — Murmuró quitándose la armadura que le cayó encima cuando chocó con la pared posterior. Levantándose con las manos inofensivamente extendidas para mostrar su buena voluntad. — Fue un accidente. Soy Jack, Jack Frost.

— ¿El guardián del invierno? — Fui yo quien pregunté bajando la guardia, dejando que la sorpresa me evidenciara. Quizá ahí estuvo mi primer error.

— Ah, con que así me llaman ahora. — Su sonrisa traviesa apareció cuando se recargó en su cayado. — En realidad soy el guardián de la diversión pero supongo que no hay mucha diferencia, me alegra que las personas ahora puedan... reconocerme. Perdón, ya divagué, ¿Con quién tengo el gusto?

— Elsa, la Reina Elsa de Arendelle.

— ¿La Reina de las Nieves? — Fue su turno de sorprenderse.

— Supongo que así es como me llaman ahora.

— Ahora entiendo por qué el viento me trajo aquí entonces. — Se acercó a mí con curiosidad, inspeccionándome de una manera cautelosa para no incomodarme. — Créeme cuando te digo que es todo un placer conocerte al fin.

Sus visitas se volvieron regulares, sus estadías cada vez más largas solo avivaban los sentimientos que por mucho tiempo parecían adormilados, que me había resignado a que nunca sentiría. Pero supongo, que todo se trataba de hacerlo con la persona correcta.

A mí que me repugnaban las muestras de afecto, que siempre fui fría y distante para el contacto físico descubrí que no hay cosa en el mundo que prefiera a estar entre sus brazos. Descubrí que cuando me toca tiene el poder de desaparecer al mundo entero, que sus besos me derriten y encienden un dulce calor del que solo él me puede salvar.

Íbamos en círculos, orbitando uno con el otro sin poder evitarlo, como si la atracción fuera tan intensa para ello hasta que, finalmente en una noche estrellada Jack rompió esa distancia, apenas un roce de labios fue suficiente para que nuestra magia respondiera y hablara por nosotros.

Ya no había vuelta atrás y en el fondo, mientras sus besos tímidos que no querían abrumarme me llenaban de calor supe que había comenzado el principio del fin.

Eventualmente todo el Reino se enteró cuando extendimos nuestras caminatas por los jardines hacia el pueblo bastante intrigado por el joven descalzo que me tomaba de la mano. Jack me llenaba de detalles mientras luchaba por encajar y ganarse a los arendallianos que miraban asombrados al juguetón hombre que hacía más divertidos los días nevados.

Abdicar.Where stories live. Discover now