Mongo

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Mi Principito no tenía cabello dorado como trigo ni un trajesito verde, tampoco sabía limpiar volcanes ni arrancar Baobabs.
Mi Principito tenía plumas, unas hermosas plumas grises, marrones y tornasoladas, tenía siete dedos y un pico.
Mi Principito se ganó su nombre.
Mi Principito sabía comunicarse mejor que cualquiera, aunque no se le entendiera ni una palabra, si se enojaba picaba fuerte, si quería salir gorjeaba, y si quería algo me buscaba.
Mi Principito se llevaba horrible con otras aves, pero adoraba a las personas.
Mi Principito al salir de su jaula lo primero que hacía era buscar compañía.
A mi Principito le gustaba pararse en los pies de la gente, bañarse y la comida recién puesta.
Mi Principito odiaba que toquen sus plumas, sus patas, y los dedos que no estaban bajo ellas.
Mi Principito resultó ser Princesita, puso un huevo a sus tres años.
Mi Principito me acompañó cuatro años, supongo que debió regresar con una rosa de la que yo no tenía idea.
Mi Principito me acompañaba incluso de noche y tenía un lugar en mi cama. Aún lo tiene.
Quisiera decirle a mi Principito que aún guardo su tarrito de comida por si regresa.
Si ven a mi Principito ¿Podrían pedirle que vuelva una última vez? La extraño mucho.

Mi PrincipitoWhere stories live. Discover now