One-shot: Desamor

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Volvimos a casa bajo la lluvia que atravesaba la suave tela de nuestros ropajes y emborronaba el dolor en mis ojos, algo que agradecí. Estaba cansada. Cansada de aguantar todos los días el silencio de Todoroki. La relación había fracasado hacía años, y a pesar de todo seguíamos juntos. Por costumbre, tal vez. O porque Shoto necesitaba demostrarle a su padre que había encontrado un lugar al que pertenecer.

Lo que más me dolía eran los hijos. Teníamos dos: una niña rebelde que seguía a Shoto con admiración, sin importar que él apartase la mirada cuando le contaba que la maestra había elegido su dibujo como el mejor de la clase, y un chico de catorce, inseguro, que me preocupaba. Nuestros hijos eran lo único que me impedía ponerle un fin a todo esto, al desastre en el que vivíamos. Me daba mucho miedo apagar la luz de sus corazones jóvenes antes de tiempo.

Todoroki abrió la puerta sin decir palabra, invitándome a pasar. Un suspiro pesado escapó de mis labios antes de entrar al hogar que apenas reconocía como mío. Cuando nos conocimos, estos gestos me habían parecido los de un hombre maduro y atento a los demás. Aún quedaban en mí recuerdos punzantes de la reciente ruptura con Denki...

Había sido yo quien terminó con él: mi antiguo mejor amigo se lo tomaba todo como un juego, incluida la relación que manteníamos desde el instituto. Nunca me había engañado, que yo supiera, pero su inmadurez estaba siendo muy problemática y empezaba a quedar claro que nuestros objetivos eran radicalmente distintos.

Fue entonces cuando conocí a Todoroki: apuesto, educado, capaz de escuchar a los demás. Tardó un tiempo en abrirse a mí, pero cuando lo hizo, cuando me contó lo que había tenido que soportar de su padre, supe que haría cualquier cosa para coser las heridas de su alma. Me enamoré de él, tiempo atrás. Y, a pesar de todo, aquí estaba. Casada con un hombre que apenas me hablaba, que nunca estaba con sus hijos, un hombre que seguía perdido entre fantasmas del pasado. Mi ilusión inicial se había transformado en una nueva certeza, más realista: no tenía el poder para cambiar lo que él había sufrido.

Me dolía comprender sus sentimientos, porque aquí la empatía dificultaba las cosas. Si Shoto fuera una mala persona habría sido más fácil dejarlo.

Crucé el pasillo hasta el comedor. Mi esposo se iría a dormir de inmediato; era tarde, y las reuniones por asuntos de la empresa que llevábamos juntos siempre lo dejaban agotado. Me sorprendió ver que la luz de la salita estaba encendida. ¿Acaso los niños no dormían aún?

—¿Isamu? —susurré entrando en la sala.

—Hola, mamá.

Su voz apagada venía desde el sofá. Crucé el espacio que nos separaba para ver qué estaba haciendo, algo preocupada por el desinterés que había notado en su tono. Mi hijo yacía sobre almohadones verdes, mirando al techo. Tenía el móvil apoyado en la barriga, pero no parecía hablar con nadie. Tampoco escuchaba música. Eso era extraño.

—¿Pasa algo? —Me senté en el espacio que quedaba libre y él encogió un poco las piernas para que pudiera ponerme cómoda—. ¿Le has preparado la cena a Kim?

Isamu asintió, distraído. Hasta entonces no me había dado cuenta de que tenía los ojos rojos y las pestañas ligeramente pegadas. ¿Había estado llorando? Apoyé una mano en su pierna, la que tenía más cerca, con la esperanza de estar dándole suficiente apoyo.

—¿Ha pasado algo? —El recuerdo difuso de lo que me había dicho por la mañana me hizo insistir—: ¿Es por Marco? ¿Os habéis peleado?

Mi hijo tenía que quedar con su mejor amigo aquel día. Se veían a menudo, especialmente en las últimas semanas. Pero conocía a Isamu lo suficiente para conocer su sensibilidad y lo fácil que era hacerle daño. Y Marco, aun siendo el amigo más cercano que tenía, no mesuraba sus palabras. Tenía las ideas claras, lo que le había llevado a meterse en discusiones más de una vez. Me preocupaba que mi hijo terminara metiéndose en problemas por su culpa. O que Marco le hiciera sentirse mal.

Desamor [BNHA: Todoroki × Jirō]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora