Lo que perdí

Quién puede saber lo que perdí.
Quién puede siquiera vislumbrar este vacío horroroso que me tragó.
Quién puede imaginar la pena pesada y humeante
que me ahoga todo el tiempo por lo que perdí.

Quién no pudo ver la inocencia y la pureza.
Quién pudo poner en marcha un acto tan cruento y vil,
tan espantoso.
Tanta tragedia.

Yo no fui.
Pero estoy aquí,
mirándome las manos, adivinando el aire,
entendiendo apenas lo que perdí.

Sin atisbar todavía todo el pavor que se me viene encima.
Será la ausencia. De todos los días. De todos los años.
De toda mi vida.

No puede ser que la barbarie de un corazón negro y seco
haya podido más que el amor y la luz. 

Dios no existe y nada nos sostiene. 

¿Quién los guarda cuando mis ojos no están presentes? 

Quién puede entender lo que perdí.
Nadie puede adivinarlo.

Estoy flotando aturdida a la deriva
en medio de un mar de sangre y vísceras
y podredumbre y pestilencia. 

Los perdí y ya no vuelven.

Las calles de mi vida se abarrotaron de una multitud de ausencias.
El viento entra y sale haciendo remolinos de una nostalgia enceguecedora. 

Yo sí tengo soledad.