Prologo : El valor de una guerra perdida

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La hoguera se empezó a extinguir, los soldados que estaban de guardia comenzaron observaron cómo se marchitaban las ultimas ascuas, muchos de ellos parecían cansados y además nerviosos, llevaban semanas en este páramo desértico acampados al lado del río Cobeck, en el cual habían construida una presa para evitar que los recursos que llegarían a la ciudad de Ozo'o de sus granjas provinciales.

Ozo'o era una ciudad grande como si cincuenta poblados se hubieran unidos para formar una metrópoli gigantesca, construida en los cimientos de antiguos poblados haciendo pisos como una ciudad castillo con colosales murallas y un gran río que lo bañaba, en medio de un desierto de arena como casi todo de estas tierras, por eso el emperador Krauss decidió tras el examen de sus espías infiltrados, provocar la hambruna y la enfermad tras un asedio.

El sol nació por el horizonte, mientras besaba el valle de dos montañas, negro como el fondo del océano al mismo tiempo un haz de color rojizo apagado crecía ahora en el cielo de color negro anaranjado, la verdad es que no había mucha diferencia en la luz respecto cuando el sol despertaba que cuando dormía, pero se agradecía el calor que abrazaba la piel. La luz del amanecer llegó al campamento del ejército, ahora se distinguían los soldados unos de otros, todos con sus uniformes, unas túnicas de color ocre que llegaban a cubrir la pelvis, encima de ellas lo cubrían unos arneses de cuero con placas de metal que se extendían sobre el pecho de los soldados y brazos, unas perneras de cuero con engarces de metal en las partes blandas y articulaciones, por último, unas botas de cuero y metal oscuro terminaban el uniforme.

Tres cuernos tocaron al unísono indicando que la hora de un nuevo día había llegado. El cuerpo militar salió de sus tiendas como si unas aves empezaran a volar cuando hay fuego en un bosque, ya vestidos con sus uniformes y en formación de cuadrantes enfrente de un gran pabellón, que albergaba al emperador Krauss, con paso firme abandono su tienda y se colocó delante de su ejército con una armadura de color negro impoluto y a diferencia de sus soldados no llevaba yelmo, tal vez lo hacía para que su ejército viera que lo que tenia de viejo era de experto, por las incontables cicatrices en su rostro y parte del cuello quemado que llegaba hasta su oreja derecha. El emperador se marchó por delante de su ejército alzando la vista y exigiendo un saludo militar de parte de sus sargentos y después del resto de sus soldados.

El emperador se dirigió a ellos.

-¡Por el Sol negro!

Estalló un grito al unísono de orgullo.

-Llevamos mucho tiempo con esta ciudad. El tiempo apremia. - Advirtió Krauss. - Pero hoy regresaron nuestros espías, afirman que la situación de Ozo'o es insostenible, las enfermedades y la hambruna son devastadoras para su pueblo, hoy atacaran, puede que dentro de una hora o puede que antes que el Sol negro vuelva a esconderse, lo que, si está claro, es que hoy ganaremos, y por fin, mi sueño, nuestro sueño se cumplirá.

Al acabar este pequeño discurso el ejército se volvió y comenzó a seguir las ordenes de sus superiores, unos empezaron a afilar las armas, otros llegaron al lugar donde concretaron qué sucedería la última batalla.

Admiraron las barricadas que habían construido meses atrás, ellas estaban repletas de bolsas de comida y agua, armas afiladas cubiertas en tela para que el polvo del desierto no hiciera mella en el acero. El grupo de soldados se acercó a una de las ultimas barricadas para el reconocimiento, aún estaban trabajando en ellas, un soldado sin uniforme, estaba cavando con sus propias manos, si te fijabas en el verías que apenas le quedaban uñas y estas estarían bajo un brote incesante de sangre, lo más seguro es que este soldado cometiera algo imperdonable para el campamento, como robar comida o pelearse con algún superior.

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⏰ Last updated: Feb 17, 2020 ⏰

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Crónicas del sol negro VOL I : La malnacida feWhere stories live. Discover now