Se perdió, si, se perdió. El camino era difuso bajo sus pies. Ya no sabía hacia donde quería ir, no sabía en qué momento había ocurrido todo, en que momento había perdido totalmente la dirección, pero ahí estaba sintiendo que no encajaba con nada, que todo lo que había hecho anteriormente solo había conseguido que se planteara mil preguntas más y acabara en ese punto sin norte.
Solo le quedaba una opción y era preguntarse ¿quién era ella? y claro la respuesta era aparentemente clara, ella solo podía ser ella misma, pero ¿eso que significaba? Realmente ¿quién era? Cuando esa pregunta llegó a su cabeza y no supo contestar despertó y se dio cuenta de que si no se conocía ella como pretendía saber hacia donde quería ir.
En ese instante lo supo, supo que, aunque estuviera perdida estaba en el lugar perfecto para conocerse y replantearse todo lo que había hecho hasta entonces y en lugar de luchar contra sí misma, de ir contracorriente de lo que siente empiezo a escucharse y a trabajar consigo misma, aprendió a hacer lo que verdaderamente sentía que quería hacer y no lo que creía que tenía que hacer. Todo empieza a cobrar sentido, el camino ya no está difuso, es claro y con una dirección precisa y camina, camina sabiendo a dónde quiere ir, pero sabiendo que en el camino podía volver a perderse, aunque ahora ya no le importaba, ya no sentía miedo a no poder seguir a ninguna dirección porque sabía que si se perdía eso solo significaría que se conocería todavía mejor, que se guiaría de sí misma y que, aunque el camino que decidiera tomar no fuera el correcto eso le haría aprender todavía más.
