En apenas una noche.

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En el interior de un pequeño y pobremente iluminado departamento ubicado a las orillas de la pequeña Ciudad playa; se distingue la delgada figura de una joven que va de la habitación a la sala. Con una gasa limpia sus manos y en especial los lastimados nudillos, luego de desecharla en el cesto toma otra y la abre para seguir limpiando sus heridas.

"Maldito idiota", si que tenía la cara dura. Pensó la joven.

Se trataba de Lapis Lazuli, quien observa con tremenda curiosidad y en completo silencio en dirección a su modesta sala y cocina, no necesita de encender la luz ya que sus ojos celestes están bien acostumbrados a la oscuridad del departamento y a la tenue luz rosa neon de un letrero que se filtra por las cortinas. Su mirada se fija en la figura de un pequeño que yacía recostado sobre el sofá de la sala.

No conocía muy bien quien era él. Le había prestado muy poca atención en las breves ocasiones que se encontraron, a lo mucho se intercambiaron un buenos días de cortesía. Pero de menos ella sabía su nombre, Steven, el chico de cabellos revueltos que apenas unas semanas atrás tuvo la osadía de fugarse del orfanato que está a las afueras de ciudad playa.

Entre los recuerdos de Lazuli, Steven era a simple vista como cualquier chico normal que se encontrase en las instalaciones del orfanato donde ella trabajaba, pero profundizando en su inusual comportamiento destacaba el notarle una deprimente mirada y una mueca semejante a una pequeña y apagada sonrisa, parecía enfermo, cansado.

Lapis jamás pensó que aquel solitario chico que gustaba de no sobre salir y de solo observar ocultó desde un rincón, tuviese las intenciones de escaparse del orfanato para nunca más volver, no sería el primer caso y quizá tampoco el último, cosa que al principio a Lapis tenía sin cuidado.

Para la joven era en especial inusual el caso de Steven.

Muchos son los chicos que no se sienten comodos con el lugar, pero resultaba muy inusual que un pequeño de la nada eligiera volver a las calles, siempre existía una causa, ella lo sabia bien.

Steven por su parte parecía de un carácter frágil y sensible, prueba de tal conjetura provenía de lo ocurrido durante el cumpleaños de Amatista, Perla le canto un muy emotivo feliz cumpleaños a la robusta compañera, el chiquillo de cabello rizado parecía conmoverse por la voz de la delgada mujer. También el chico mostró tener un inusual interés por algunos de los ornamentales instrumentos de cuerdas que se exhibían en el salón y el recibidor del orfanato.

Lazuli dejo y guardo su análisis para si, y observo por la ventana. Ignorando la belleza de los festivos colores que decoran las calles de la pequeña ciudad junto a la playa; Se percibe en el viento el arribo de un retrasado invierno, uno tan helado como no se había tenido registrado antes. Por su parte ella sintió que aquella noche tan fría, se había suscitado de una manera tan irreal que parecía mal ensayada.

......

Tendría que explicar, que más temprano aquella misma noche.
La motocicleta de Lazuli no quiso encender así que tuvo que regresar a casa en autobús. Tomo su casco y despidiéndose de sus compañeras se retiró.

En su camino Lazuli se topo con más de su mala suerte, por razón de las fiestas el transporte público era más lento de lo habitual y algunas calles se encontraban bloqueadas por reparaciones. Agregado al fastidio de la joven se vio forzada a bajar de la unidad, para transbordar otra ruta que estaba a unas cuantas manzanas o seguir a pie.

Nunca imagino lo tediosa que sería aquella noche.

Mientras caminaba tuvo que desviarse una vez más del camino. No es como si temiese a lo que ocurre en la ciudad, pero se sentía realmente solitaria aquellas calles, muchos de sus locales ya habían cerrado y la pobre iluminación de las farolas dejaba una sensación de inseguridad a cualquier peatón que transitara a esas horas.

El cantar de los caídos. Lapiven AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora