ARCAÍSMOS EN EL AGORA

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Con hazañoso afán seguí tus pasos

pero me diste intermisión sin final

fui tu peana durante el invierno

pero tú resabido

me soltaste en primavera,


Prendado alguna vez de mí

abrumabas mis utopías con ósculos falsos,

pero abajaste mis sueños

con tu adiós sin preámbulo...


-¿Qué va a pasar entre nosotros?- me preguntó "D" cabizbajo y dubitativo...

Estoy viviendo un deja vu, pero ahora sí tengo la respuesta adecuada, que abrirá un paralelo a mi final caótico. Pese a eso, no sé cómo nuevamente estoy in situ. Tenía diecisiete años cuando ocurrió, ahora tengo veinte y estoy atrapada en mi cuerpo de hace tres años Sé que es difícil de comprenderme, así que les haré un recuento, sabiendo que al terminar, ustedes puedan entender la decisión que tomaré.

Lo hicimos en el mueble de mi casa, con luces encendidas y casi nada de vergüenza. Ipso facto, sentí que aquello era apresurado e intente frenarlo. Distraje a D  diciendo que escuchaba los pasos de mi padres. Él se levantó, se acercó a la ventana, miró por la cortina minuciosamente...me aseguró que no había nadie. Sonriéndome lacónicamente me dijo que le estaba jugando una broma. Enseguida se acercó a mí. Yo estaba arrodillada en el mueble y besándome me echó de nuevo al sillón. Bajó mi short y con ello lo siguiente. Y así recuerdo aquella primera vez efímera. Escuché esta vez sí los pasos de mi familia y nos detuvimos. Él se levantó, se subió la bermuda y arregló mi ropa. Me besó y luego se marchó. Aquel suceso fue en noviembre del 2018, días antes de mi cumpleaños. Día que le fue indiferente y en el cual no recibí noticias de su existencia.

Enero y Febrero del 2017 nos reencontramos y retomamos nuestra amistad distanciada por los estudios y mi ausencia en la casa del Señor. Tiempo en que D se incluyó en el grupo de alabanza de la casa del Señor. Por lo que en él fue in crescendo una pasión por la música y descubrió su habilidad para tocar instrumentos. El "todista", así lo llamaba. En 2017, además, viajamos por una competencia, al campo y las alturas, junto a otros compañeros. Vivimos momentos de cansancio, de buena pasantía y extraña confusión. Cabe resaltar que nosotros estuvimos en un Otoño de vientos fuertes. Si bien, esta relación no calaba para las autoridades de la casa del señor, mantuvimos este primer amor de adolescentes hasta la llegada del invierno frío. Nuestra relación, sin embargo, acabó por la calentura del verano y la incertidumbre en mí de llegar a quemarnos. A raíz de allí, casi en primavera, brotó contrariamente espinos en D y empezó a tratarme de forma despectiva e hiriente. Yo creí merecerlo por no luchar junto a él en la relación. Empero, gracias a esta ruptura conocí enteramente a D.

Fue en primavera del 2018 que D inexplicablemente volvió a mirarme. Nuestras amigos sabían que yo me esforzaba para estar bien y que no me dañarán los comentarios de D. Dado que observé y escuché, por mucho tiempo, a D hablar de otras siluetas. Parecía querer ser todo un casanova; en ese trance yo traté de ser roca. No obstante, bastó un abrazo suyo para derrumbar mi coraza, entonces, anhelé regresar con ese amigo de la infancia. Cómo resultado, volvimos a etéreas semanas de estabilidad y muchas otras de duda racional. D volvió a la calentura del verano y yo ad libitum quise compartir aquel calor en muestra de una Bona fide. Con todo, él me dejó sin ton ni son. Y no supe que habíamos terminado, hasta preguntarle y verlo asentir.

No obstante, bien sabemos que en la primaveras siempre emergen nuevos sucesos. Así en 2019, cuando creí todo superado e incluso me creí más firme, D volvió. Empezó ha acompañarme hasta cerca de mi casa. Durante esos recorridos manteníamos conversaciones superfluas, hasta cierto punto, en el que descubrí sus genuinas intenciones. Bastó un día en que me propuso besarnos y que yo accedí por el momento de luna llena, para que comenzaramos un actualizado círculo vicioso de caminar, encontrar un lugar oscuro y copular.

Empero, cuánto quería un plus tierno, un ósculo santo. Un mero sentimiento que apacigüe mi conciencia y pueda decirme a mí misma que valió la pena perder mi inocencia. A lo mejor anhelaba una vaga esperanza de permanecer junto a D. No obstante, no había nada, él me declaró que no éramos nada. Incluso, me preguntó por siluetas familiares, sobre la posibilidad de flirtear con ellas. En efecto, aquello fue cansado para un autoestima de nivel de calzada. Entonces abrí la boca.

Crecí en la casa del Señor desde que tuve ocho años, era lógico, mi casa estaba en frente. La casa del Señor fue mi refugio entre la ausencia de mis padres por trabajo y el aislamiento de mi hermana mayor. Yo pasaba considerable tiempo allí para la molestia de mis progenitores, más aún conforme crecía. Tenía tanto miedo al mundo, a perderme, que me gustaba estar entre paredes que no hicieran daño. Antes de vivir en la casa de enfrente, vivíamos con mis abuelos. Pero Quelo comenzó a acosarme y de él me persigue la imagen de afilar su cuchillo frente a mí. Mi hermana, la murciélago se dió cuenta, comunicó a mis padres, mis padres a mis tíos, mis tíos a sus esposos, ellos a sus hijos. Pero, mi abuela no se llegó a enterar. Nos fuimos con mi familia núcleo y desde allí nos acostumbramos a estar así, solo nosotros. Les comenté este facto para que se den cuenta que abrir la boca no fue fácil. Llegado a este punto, les confieso no podía concluir ese círculo sola.

Un mañana lúgubre de diciembre, a las autoridades les comuniqué lo transcurrido en todo ese tiempo en la Casa del Señor. Por consiguiente, me cayó un proceso de restauración bien merecido. Además de un respaldo de estas nuevas autoridades en intercesión y confianza. D también pasó a restauración, destituido de su posición en el grupo de alabanza. Simultáneamente, perdí la validez de mis palabras, el ser ejemplo y el orgullo de mis procreadores; quienes sin poner candado afirmaron que ya no iría a la casa del Señor.

De inmediato, en medio de mi perplejidad, ví una luz. Durante una semana, observé en el trayecto a la Academia de Platón, una Casa del Señor. No era la que yo amaba entonces me asaltó el temor. Vi a jóvenes conversando en la puerta, aunque, yo solo los contemplaba, absorta en mi mundo de ideas, desde la calzada paralela. Finalmente, me armé de valor y fuí. Cuando entré, ángeles de modestia y amabilidad me llevaron a un sitio especial, cantaron dándome la bienvenida y me mostraron al Señor y el Señor me abrazó. De modo que mi rostro resplandeció y mis vestidos consigo. No había visto al Señor desde ya tres ciclos de estaciones. El Señor me dió en ese momento un "consolador" y fue sanando mis heridas. Yo sentía como la partes de mi corazón se unían y este volvía a palpitar constante. Desde el inicio mis labios parecían sellados y por mis mejillas se deslizaban gotas de arrepentimiento. El consolador me susurró psalm treinta y siete.

Así regresé al origen y allí estaba D. Ahora bien, mis vestidos ya no son blancos pero mi corazón si late establemente. Tengo que responder a D, ha alzado la mirada y sus ojos cafés impregnan los míos. Les dije que iban a entender mi decisión al finalizar mi recuento. Las palabras brotan secuencialmente en mi cabeza:

-He visto como la lluvia se confunden con tus lágrimas y cómo me transformo en el fenómeno del niño lastimando a los que amo. He visto nuestra metamorfosis en seres sin escrúpulos, con conciencias cauterizadas y temerosos de amar. Lo que va a pasar entre nosotros será una tragedia clásica...Te amo, así que prefiero callar.

D se ha aproximado a mí ante mi silencio. Me ha dado un ósculo santo en la frente y me ha susurrado: siempre seré tu amigo.


...Guerre para salvar la chamuza de amor,

lo último que quedaba,

pero tú ajuntaste los recuerdos

y los arrojaste al fuego


Lágrimas no pudieron apagarlo

y solo al libertarse el orgullo y el dolor

pude dejar de sostener las cenizas

Hecho con arcaísmos, justificando lo que ya es historia

ARCAÍSMOS EN EL AGORAWhere stories live. Discover now