El monstruo viscoso.

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Llevo varios días encerrado en esta habitación con los víveres necesarios para sobrevivir. Solo tengo que salir a calentar ciertos alimentos. Me resguardo estando aquí. Vivo en una casa de seres desconocidos. Desconozco la naturaleza de las criaturas que viven aquí. Las veces que he salido me he encontrado con formas y caras extrañas. Olores desagradables de putrefacción e inciensos hipnotizantes abundan en esta casa. Por cosas del destino estoy obligado a vivir aquí.

Cuando estoy fuera de mi habitación, me encuentro con pasillos gigantes y largos. En el piso hay cosas tiradas, algunas descompuestas o envueltas en el polvo. Siento que las cosas nunca permanecen en el mismo lugar, especialmente porque hay muchos restos orgánicos que se descomponen. Pareciera ser que la casa es habitada por bichos y roedores.

Por la noche, en la tranquilidad de mi espacio empieza a retumbar sonidos de cárceles. Retumban los vidrios de las ventanas y la puerta se mueve al unísono de los gritos que se escuchan en el exterior. La mayoría de las noches son así. Me he acostumbrado a dormir en el caos.

A veces decido no dormir. Mientras no hay ningún ser despierto, hago mis cosas. En la oscuridad de la noche, como. En la oscuridad de la noche, me divierto. En la oscuridad de la noche, hago mi vida. Me siento seguro sabiendo que en mi habitación nadie irrumpirá mi tranquilidad. Resguardo la puerta con un candado para dormir tranquilo.

Mis sueños varían, los horarios cambian. No siempre puedo hacerme de la seguridad de la oscuridad.

Sin querer quedo desprotegido. Los rayos del sol se asoman por mi ventana. Calientan mi habitación. Me suda la frente y mis manos. Las horas hacen que mis necesidades básicas me obliguen a salir. Siento que un caballo se aloja en mi estómago y que muge con mucha intensidad. Lo trato de silenciar. No puedo. Debo salir. Hace meses que no salgo de día, temo saber que me encontraré. Me aproximo a la puerta. Al tomar la chapa y quitar mis mecanismos de protección, titubeo. Me detengo ahí y pongo atención a los pasos que se escuchan en el exterior. Espero un momento, mi estomago ruge. A penas hay silencio, salgo.

Las cosas siguen estando sucias, los olores están más pesados. El sol los descompone. Tengo que calentar unos fideos crudos. Es lo más rápido y barato para mantenerme con vida. Sigo alerta. Pongo el fogón de la cocina. Luces radioactivas preparan mi comida. Esta casa siempre se ha visto muy precaria y primitiva. No alcanzo a notar los detalles de la casa cuando es de noche. A penas quedan unos minutos para poder comer, escucho unos pasos. Sé que en esta casa viven y conviven monstruos, bestias y cínicos. El lugar se torna húmedo y del suelo emerge un vapor amarillo verdoso. Trato de apurarme. Mis cosas no están listas. La sensación de humedad se hace cada vez más incómoda. Se escuchan pasos que son atenuados como si alguna gelatina los amortiguara. Son casi rechinantes. No es algo normal, no son zapatos. Saco mi comida del fuego luminoso, me la llevo semi cruda. A paso rápido me dirijo a mi habitación. Escucho un murmuro que anuncia la consciencia de mi presencia.

Mi boca mientras como se llena de fideos que se pegan en mis dientes. Ya no quiero más. Me percato que lo único que me mantiene en contacto con el mundo exterior, no está. Lo deje al lado del fogón. Temo perder mi aparato, las cosas se mueven solas aquí y se depositan en lugares ajenos. No sé qué hacer. Hay sonidos, se escucha algo chicloso. Me armo de valor y salgo. La humedad se hace más pesada. Casi al llegar, piso una viscosidad extraña. Algo gelatinoso con un olor muy pesado. Es de color trasparente, invade mis pies. Los levanto y la sustancia se me pega. Viscosidad. Escucho voces. Debo ir allí. Me hago de valor. Los pasos cada vez se hacen más difíciles. Me entorpece la vista el hedor que sale.

Al llegar veo mi dispositivo al lado de los fogones luminosos. Trato de acercarme a él rápidamente. Los pasos se hacen más pesados. La vista se me nubla con el vapor amarillo verdoso. El líquido transparente se hace cada vez más abundante. Sin percatarme está ahí, muy cerca mío, está él. Una masa viscosa, de proporciones irregulares. Su cuerpo deforme es cubierto de trapos espantosos. El mamarracho se mueve lentamente, al parecer le cuesta moverse. Estoy alerta. El líquido trasparente brota de lo que parece ser su cara y sus manos. Está cubierto de hematomas y grandes tumultos que se asemejan a espinillas. Me saluda de una forma escalofriante, casi amenazante. Su voz suena como una bocina. Sus pasos son lentos. Me quedo atónito con el dispositivo en la mano. Trato de disimular que no estoy nervioso. Tengo una sensación de pánico y de repugnancia. El líquido transparente ya llega a mis tobillos. Paso de él. No lo saludo. No puedo salir con rapidez, la viscosidad me detiene, es una gelatina espesa. Él se aproxima a seguirme. Hago todos mis esfuerzos. Trato de esconderme, me pongo en un espacio simulando hacer algo. Me cuesta disimular. Pongo música y finjo escuchar. Sus movimientos repugnantes avanzan, siento que está siguiéndome, pero de pronto agarra otra dirección. Eso creo yo. De reojo espero que se aleje. El líquido que le sigue va dejando rastros. No se puede vivir siempre así. Siento temor, pero alguien debe hacer algo. La luz del día me ha enseñado cosas horribles.

Pasan algunos minutos. La sustancia viscosa que perturba mi andar se va evaporando. No sé qué hacer. Trato de ahogar mis pensamientos con una canción que he escuchado ya diez veces. No hay pasos en la casa.

El día me ha enseñado a tener valor. El hedor todavía no desaparece. Me tocará a mi ser ejecutor y el verdugo de esta situación, y darla por extinta. Parece de noche, no escucho pasos. Me aproximo al fogón y tomo prestado una porción de llama. La guardo y me encuentro dispuesto a la travesía. Sigo los rastros del líquido. Subo escaleras y camino por diversos pasillos. La casa se me hace enorme, hay muchas habitaciones. Voy conociendo lugares que nunca había visto. La suciedad va aumentando. El olor a descomposición va aumentando. La viscosidad tiene una sola dirección, la habitación al fondo del pasillo. Camino lentamente. Mis pasos se hacen lentos y no sé si sean por los restos del monstruo. No alcanzo a titubear. Mi caminar se hace férreo por las ganas de darle muerte al monstruo, y por la rabia de habérmelo cruzado. Allí afuera de la puerta, me detengo. La abro de forma cuidadosa. No debo alertarlo. Veo ciertas sustancias raras a la vista. Las reconozco rápidamente, y abalanzo el fuego sobre ellas y estas arden con fuerza. El monstruo no se escucha. Pasan unos segundos y grita. Al parecer su inmundicia lo inflama. Algo explota. Yo espero en el pasillo. Mantengo seguridad. De pronto el fuego se acaba. Voy a revisar y encuentro el techo ennegrecido por el humo. En el suelo solo hay restos de sesos. Al parecer la viscosidad desapareció. Todo indica que se evaporó o se esfumó. El único rastro que queda son pedazos de lo que parece un cerebro y pedazos de lo que parecen prendas de vestir.

Cuento de Terror- El monstruo viscoso.Where stories live. Discover now