Diario de un combatiente

19 1 0
                                    

En el instante en el que escribo esto me encuentro en el mejor momento del día y, probablemente, también de la semana. A pesar de estar en un pasillo de dos metros de ancho lleno de suciedad y de barro, en el que las ratas se pasean libremente debido a la ingente cantidad de cadáveres, a pesar de que no me haya lavado en una semana y de que esté lleno de piojos y, a pesar de que me resuenen las tripas del hambre por no haber probado bocado en todo el día, no se escucha nada más que algunos disparos lejanos. Y, es por esto último que es el mejor momento de la semana.

Los alemanes nos atacan día tras día. Comienzan tirándonos gas, un gas que con suerte y con una máscara de gas solo te causa quemaduras en la piel, sin embargo, si no tienes máscara, no tienes ninguna posibilidad de sobrevivir. Si te entra gas en el organismo, solo puedes rezar para que te mate rápido, porque si lo hace despacio... La enfermería está llena de pobres ilusos que se alegran por haber sobrevivido al gas en un primer instante, pero lo que no saben es que el gas te acaba matando tarde o temprano y que, si lo hace tarde comienza a pudrirte por dentro causándote la más cruel de las torturas. Al principio vienen los dolores abdominales y la dificultad respiratoria, síntomas que se van agravando hasta que comienzas a vomitar mientras convulsionas y te asfixias acabando finalmente en la muerte.

Tras el gas llegan los obuses y terminan por ponerle la guinda al pastel, pastel cuyo único sinónimo en nuestro caso es destrucción, la cual va acompañada de dolor y sufrimiento. Cuando comienzan a explotar las bombas, lo único que puedes hacer es tumbarte en posición fetal, cerrar los ojos y taparte los oídos con la esperanza de que pase rápido y de que no acabes volando por los aires.

Este es nuestro pan de cada día, pero también están los días especiales, aquellos en los que el capitán nos manda salir de la trinchera y avanzar hacia el enemigo. Si sales elegido ten por seguro que es IMPOSIBLE no acabar como un colador, lo mejor que te puede pasar es que los alemanes tengan buena puntería y te metan la primera bala entre ceja y ceja.

Mañana es mi día especial así que, supongo que no volveré a escribir, por eso me despido aquí y ahora, a día 25 de junio de 1916, diciendo que mi muerte será tan inútil como esta guerra tan absurda.

La trinchera de la muerteWhere stories live. Discover now