Prólogo: El despertar

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Dios había dado vida a los vigilantes, seres de etérea belleza, que tenían como fin velar por la seguridad de los seres humanos, la creación más reciente del señor, unas criaturas de lo más curiosas e inofensivas. Pero que necesitaban de absoluta vigilancia, ya que se encontraban expuestos a un sin fin de peligros, por lo que el papel de estos seres alados era fundamental para mantener equilibrio entre el bien y el mal.

Con el paso del tiempo estos seres divinos comenzaron a interesarse cada vez más en la humanidad, teniendo genuina curiosidad en aquello que llamaban sentimientos, algo de lo que ellos carecían. La intensidad de estos les parecía fascinante, pero entre la tristeza, la felicidad o el dolor, siempre terminaba por resaltar entre todos ellos el amor, un sentir que les hacía perder los sentidos y cometer errores, llegando incluso a dar sus vidas para resguardar aquello que amaban.

Pero aquella curiosidad fue perdiéndose con el paso del tiempo, el haberlos vigilado día y noche los había llevado a desarrollar un intenso resentimiento, un odio profundo, que fue poco a poco carcomiendo sus almas y pudriendo sus corazones, dando inicio al primer pecado capital; la envidia. Los humanos habían demostrado ser seres egoístas, que solo velaban por sí mismos, sin ver los daños que ocasionaban en la flora y fauna de la Tierra.

Lo que estas divinidades no veían era la compasión, solidaridad y persistencia que Dios si veía en ellos, cualidades que les había otorgado con un fin en particular, demostrar que las apariencias pueden engañarnos, y que aquellos que parezcan débiles y poco importantes pueden llegar a guardar en su interior grandes tesoros.

Fue de esta forma que los ángeles descendieron de los cielos, desafiando a su creador, provocando el caos; tomaron a la fuerza a las mujeres de los hombres, vertiendo su semilla en ellas, dando como fruto de aquel aberrante encuentro origen a criaturas horripilantes, que adquirieron el nombre de nephilim. Gigantes, de poca inteligencia y gracia, toscos y violentos, que lo único que hacían era destruir todo a su paso, eran seres que habían nacido bajo la lujuria. Se caracterizaban, era por su voraz apetito, lo que los llevó a acabar con toda la comida de la humanidad, dando como origen a un nuevo pecado capital, la gula.

Fue de aquella forma que los ángeles sometieron a la humanidad bajo su poder, imponiéndoles guardarles tributo, autoproclamándose deidades. Todo ellos despertó el descontento del Todopoderoso, quién en un arranque de ira, decidió mandar un atroz diluvio, que tuvo como finalidad limpiar la tierra.

Pero había sido demasiado tarde, ya que habían nacido finalmente los siete pecados capitales, presagiando una nueva etapa no solo para la humanidad, sino también para ángeles y demonios.

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⏰ Ostatnio Aktualizowane: Apr 08, 2020 ⏰

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