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¡Aquí me tienes madre naturaleza! con el corazón oscilante.
Las palabras carcomen mi eco, mi alma te llora en cada catástrofe.
Corre alazán salvaje, no permitas que la inocuidad del hombre te alcance.
Vuela veloz como relámpago en el firmamento, y alcanza esa eterna libertad que mereces.
Corre libre como el viento recio, que domina el amanecer frígido ante tu flácido pelaje cordillerano.
Como la alta montaña que se deja ver cubierta en nevisca, mi alma se llena de alegría, al mirar la blanquecina cordillera engalanada de flamante dama cortejando al sol y su verde prado.
Observo a mi padre en su campo alegre con su mate en la mano, y ese generoso aroma a menta que asedia mi olfato, añorando beber ese elixir de dioses que en su generosidad nos regala a la gente del campo.
Mi madre con su costal de años al hombro, en su invernadero está feliz plantando sus hortalizas, sus lechugas, cebollas, alcachofas, y no pueden faltar las judías.
Mi madre, junto a la madre naturaleza han sido una sola persona toda la vida.
El amor por las flores la llevan compartida, azucenas, amapolas, rosas y margaritas, son algunas de las flores que mi madre le regala en su floresta cada día.
Allí puede pasar días completos conversando con sus capullos para que crezcan sanas, hermosas y puras, tiene en sus manos esa magia que pocas pueden conceder, es una mujer virtuosa, generosa y de alma libre como la madre naturaleza que la recibe complaciente en cada nueva alborada.
El caballo blanco que recorre la pradera se llama Íñigo, significa "el que viene de la pendiente montañosa", pues allí lo encontró mi padre, embelesado en su eterna libertad recorriendo ese hermoso valle.
Magia destellan sus negros ojos, eterna libertad sus blancas patas, generosidad es su estirpe, se deja domar refulgente y pudoroso.
Madre naturaleza que exhalas vida, desde la punta de mis pies hasta llenar nuestra alma de pujanza, te ruego perdones a quien daño a causado dando un mal estrés en su ignorancia.
Sé que estás compungida y la verdad es que yo también, pero el ser humano que hoy te habita, algún día curará tus heridas para que puedas tener un mejor vivir.
Más de dos mil años llevas a la espaldilla, soportando contaminación, incendios, armas nucleares, guerras, bombas y pandemias.
Madre naturaleza, ¡no sé cómo se puede soportar tanto daño! has tenido paciencia en demasía, terremotos, tsunamis y huracanes, no han sido suficientes para calmar el mal que ha causado la muchedumbre de mente vacía.
Magia veo en tu destellante majestuosidad, eterna libertad me brindas para recorrer polo a polo tu inmenso Edén natural, y más aún cuando me has brindado la dicha de conocer esa hermosa generosidad con la que intentas abolir toda la maldad.
Madre naturaleza, gracias por acogerme como a un hijo más.
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PD: el poema está ambientado e imaginado dentro del marco de la imagen propuesta para el reto.
Desiderátum: Deseo o aspiración que aún no se ha cumplido.
