t i r e d

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El calor que producía los dos cuerpos juntos, uno al lado del otro con las piernas entrelazadas y los codos tocándose suavemente, no era lo suficiente abrazador para evitar el frío que ocasionaba el sentimiento de soledad en el corazón. Habían veces donde simplemente, aunque tuvieras a alguien a tu lado jurándote amor, no era lo suficiente para llenar el vacío que había en el pecho. Felix había aprendido esto de mala gana, porque aunque fuera una de las pocas cosas que no quería saber sobre este mundo, tuvo la desdicha de experimentarlo en primera persona.

Se sentía tan patético estar ahí en el mismo lugar de siempre, con la misma persona de siempre, pero sintiéndose completamente diferente a cómo era antes. Se preguntaba a sí mismo, el cuándo sus sentimientos y deseos decidieron tomar un rumbo distinto al cuál el había premonitoriado. Todo se sentía como si hubiera descendido en picada, quedando de poco a nada. Entonces, ¿Por qué seguía allí? Era la verdadera cuestión, pero él aún no sabía cómo responderla. Solo intentaba tapar las cosas y aferrarse a los recuerdos buenos del pasado, como si estos fueran a revivirse y traerles dicha a su presente.

Ah, tan tonto. . .

Cuando el humo del cigarro ya había llenado por completo la habitación y era imposible ignorarlo, volteó su mirada a su pareja. El pelinegro se veía tan sereno con el cilindro entre sus dedos, jugueteando con cuidado de que no lo quemase. Se veía tan tranquilo, como si quisiera demostrar intencionalmente la paz que le traía aquella adicción que el rubio tanto odiaba.

— Lix, te he visto muy pensativo últimamente, — empezó el chico después de botar humo de su boca. — ¿Ha sucedido algo que no me has dicho?

— Nada, realmente. . . — responde el rubio, tratando de sonar lo más natural posible. — Solo soy yo soñando despierto, como siempre.

Su respuesta no era mentira del todo, y eso era lo que más le molestaba. Nada era lo que sucedía, nada era lo que sentía. Se sentía estancado en un punto muerto, del cuál no tenía la valentía suficiente para salirse de ahí, así que solo fantaseaba en el "¿Y si hago esto. . .?" "¿Y si digo esto. . .?" pero solo se quedaba en ello, porque el miedo de avanzar y no saber lo que podía pasar después era más grande, trayendo consigo excusas mediocres de las cuáles trataba de convencerse a sí mismo.

El pelinegro solo asiente, y pasa su atención al nuevo cigarro que enciende. Felix lo mira expectativo, como si sus ojos rogaran una reacción diferente, algo que le dijera que él era el único mal ahí, que eso no era cosa de los dos, pero solo recibe silencio a cambio, así que solo se limita a detallar el rostro del chico, recordando el cuándo lo conoció.

No tenía un recuerdo perfecto de la primera vez que vio a Changbin, pero sí recuerda bien lo mucho que le irritaba en la preparatoria. Él era nuevo en la escuela, alguien callado y pasivo, obediente con lo que sus mayores y profesores le dictaban. El pelinegro era todo lo contrario, era la definición de imbécil y mal estudiante, pero aún así, muy querido por los demás. Nadie podía reprimirse una sonrisa cuando él estaba a su alrededor. Felix se preguntaba el porqué las personas preferían a alguien así, tan problemático, pero lo entendió todo cuando tuvo la oportunidad de conocerlo realmente.

De unas palabras que intercambió con él de mala gana gracias a un amigo que tenían en común, pasó a conocer realmente quién era aquél chico, y poco a poco a irlo involucrando en su vida. Descubrió algunas cosas como que le gustaba tomar el café bien oscuro, los días de invierno, escribir y componer canciones, cantarlas mientras se bañaba, dormir mientras abrazaba a su peluche favorito, hacer las cosas porque le apasionaban y no porque le obligaban, y aunque le costó admitirlo, también descubrió que era alguien divertido y agradable con quién estar, como también un buen escuchador. Todas estas cosas que podían ser banales para los demás, fueron los detalles básicos que lo hicieron poco a poco enamorarse de Seo Changbin.

En su momento, Felix se sintió tan feliz cuando declaró sus sentimientos y estos fueron correspondidos, llevándolos a ambos a una relación. Aunque fuera como cualquier historia de amor adolescente barata que los libros querían venderte, él se sentía muy feliz de poder tenerlo a su lado, tener a alguien que lo abrazara cuando se sintiera triste o a alguien a quién besar hasta el cansancio. Las cosas eran miel sobre hojuelas hasta que las peleas por pequeñas estupideces que se volvían grandes sin querer los sofocaban, llegando al punto absurdo de crear nuevas peleas por aquellas discusiones pasadas, como si solo quisieran provocarse para luego explotar.

Pero aunque las cosas fueran malas y estuvieran cansados, ellos ya se habían acostumbrado demasiado a la presencia del otro, no podían pasar mucho tiempo separados, se atraían tal cual imanes. Así que sin pensarlo ni hablarlo mucho, habían llegado a un acuerdo silencioso mutuo. Los escombros que quedaban de su débil relación los escondían debajo de la alfombra, haciendo caso omiso de estos después de tener un poco de sexo y susurrarse unos cuantos "te amo" después de ello. Tal cuál como habían hecho hace un rato, llevándolos a la situación actual en la que se encontraban.

Felix volvió en sí cuando sintió su mano ser tomada por la del otro, así que le dio atención al cómo el pelinegro aplastaba la colilla del cigarrillo en el cenicero, donde habían unas cuantas más de estas. Sin aviso previo, el más bajo une sus labios en un beso, uno lento pero hambriento, en busca de algo más. El rubio no sentía más allá que sus labios encima de los suyos y el amargo sabor a cigarrillo que este le daba a su boca, el cuál una vez tanto ansió en probar, pero que ahora aborrecía. Changbin sabía muy bien cuánto Felix detestaba sus besos con aquél sabor; esto no lo detenía, más bien era una especie de incentivo para seguir haciéndolo.

Cuando ambos se separaron en busca de aire y se miraron directamente, Felix pudo notar la falta de emociones que los ojos del otro transmitían, las cuales intentó buscar desesperadamente en aquél tonto beso. Sintió el nudo en su garganta formarse y las lágrimas acumularse en sus ojos cuando en esa fracción de segundo se vio reflejado a sí mismo en ellos. En realidad, ambos podían entenderse muy bien al otro.

Ahí es cuando Felix comprendió que, él no era el único que se sentía solo.

TIRED | changlixWhere stories live. Discover now