1. Humanidad.

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Eran las once de la noche en el pequeño pueblo de Danés, un día viernes que estaba por llegar a su final, pero para Kristine era sólo el comienzo, ella se dirigía a una fiesta, caminaba en la penumbra con su atuendo cubierto por una gabardina de color vino. La noche estaba fantástica, nunca había estado tanto tiempo fuera de casa a esas horas, si su mamá se enteraba la iba a matar,  pero ahí estaba; yendo a la fiesta de Cristian, el chico del instituto al cual había estado tratando de llamar la atención durante un largo tiempo. Se había vestido con su mejor ropa. Una falda corta de tejido Tartán y un crop top del mismo tejido.

Esperaba estar irresistible para él y que la viese más que una sola compañera del instituto. Apresuró el paso porque estaba entusiasmada con la idea.

Aún estaba lejos se dio cuenta y decidió tomar un atajo cruzando un camino en el bosque que nadie conocía excepto ella.

Su error fue grande cuando se adentró y descubrió que no había suficiente luz. Conteniendo su miedo decidió apresurar el paso. Se vio envuelta por un escalofrío extraño y un sentimiento de aprehensión. Miró hacia atrás y no vio a nadie.

Siguió su camino con el arrepentimiento nublando su juicio. No pudo contenerse más así que echó a correr. Siempre que tenía un presentimiento nunca se equivocaba. Y ese presentimiento le decía que alguien estaba siguiéndola.

Llegó a un punto neutro cerca de unos árboles, donde dejó de correr pensando que estaba a salvo, la sombra la hacía desaparecer y prácticamente podía ver hacia las penumbras sin ser vista.

Miró de nuevo hacia atrás y no vio nada.

Diablos, pensó. 

—psss —oyó a alguien

Su corazón se detuvo y empezó a temblar, no veía a nadie, pero cuando ajustó sus ojos a la oscuridad vio hacia un claro. Había un grupo de personas reunidas, siluetas que estaban dispersas bajo la luz de la luna. Algunos parecían tener el torso desnudo, otros remeras hechos jirones. Algunos estaban sentados en la hierba frotándose la cabeza.

Nadie se había percatado de su presencia así que decidió que volver era la mejor idea en esos momentos, sin embargo al darse vuelta vio una sombra desaparecer detrás de ella.

Estaba en problemas, la atmósfera era diferente en aquel lugar. Había una tensión entre esas personas que no conocía y ella estaba atrapada allí.

No podía ir a ningún lado así que se escondió en la oscuridad esperando no ser vista.

—¿Qué nos está sucediendo Jeromé? —escuchó una voz femenina suave.

—No lo sabemos —respondió el susodicho.

—Esto es un error, no deberíamos estar aquí —exclamó otra voz.

—Alguien nos traicionó.

Se escuchó una exclamación ahogada seguido de:

—No, no puede ser.

—Tenemos que mantenernos unidos.

Se escuchó un grito ahogado.

—¿Qué está sucediendo?

—Es Mika, ya no hay vuelta atrás, es la última.

Ella no tenía idea de qué hablaban y tenía que irse de allí antes de que la descubrieran. Podrían ser un grupo de drogadictos que siempre venían de la ciudad.

Empezó a rezar un Padrenuestro y caminó lejos.

Todo iba bien hasta que pisó una rama que retumbó en el silencio del bosque.

Miró hacia atrás y los pilló mirándola, a todos.

Estaba muerta de miedo así que se puso a correr como nunca, iba bien hasta que una sombra se detuvo a unos metros y tuvo que detenerse.

—Por favor, no me hagas daño —logró jadear y retrocediendo al mismo tiempo.

La sombra se movió a la luz y luego se abalanzó hacia ella.  No pudo ver a su atacante. Terminó de espaldas al suelo y un peso aplastante.

Logró ver su sonrisa torcida y mugrienta. El olor a azufre la golpeó de lleno y casi la hace desmayar.

Se movió y gritó. Era asqueroso. No pudo hacer nada.

Se retorció para lograr salir pero no pudo. De repente escuchó pisadas y su atacante levantó la vista. Sintió un líquido asqueroso salpicarle cuando su cabeza voló hacia atrás, su peso desapareció. 

Se levantó y miró quien la había ayudado.

Su pelo era rojo como el fuego y resaltaba bajo la luz de la luna, parecía estar enojada, se lanzó hacia el cuerpo en el suelo que ya no se movía y clavó algo en su pecho. Ella estaba desnuda de la cintura para arriba. No quiso mirarla pero su espalda estaba sangrando. Era horrible y aparentemente doloroso. Ella hizo una mueca cuando la miró.

—Ve a casa, corre.

No lo dudó. Se levantó y corrió. No miró atrás, no quiso. Tuvo miedo. Sus pies se sentían pesados.  Lleguó a casa y se encerró en su habitación sin despertar a su padre. Se miró al espejo, vio claros ojos asustados y un líquido negro cubriendo su mejilla. Decidió que ya no volvería a salir por la noche. Jamás.

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⏰ Last updated: Apr 08, 2022 ⏰

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