Parte única

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Fluke revisaba sobre el escritorio del consultorio de su esposo los expedientes de los pacientes que les faltaba por atender en el día.

Desde que se habían casado y Ohm había decidido emprender su propio consultorio médico, cada día se volvía más agotador, mas no se quejaba. Todos los días eran cansados, pero era feliz por el simple hecho de que, al terminar su jornada, podía ir a su cama y acurrucarse en el pecho de su amado, arrullándose con el sonido de los latidos de su corazón.

El sonido del teléfono de la recepción lo interrumpió y salió del consultorio a contestar.

Ohm lo vio correr a tomar la llamada y suspiró. Era feliz haciendo lo que amaba, sin embargo, a veces simplemente se cansaba de no poder salir entre semana a alguna cita nocturna con su marido o quedarse en casa tirado en el sillón todo el día a su lado sin hacer nada más que ver una tonta película de comedia, de esas que hacían que Fluke se encogiera sobre su estómago de tanto reír, o esas otras de drama que lo hacían llorar hasta que sus ojitos quedaban brillantes e hinchados como un adorable venadito. Cualquiera estaba bien si era a su lado.

Tampoco iba a negar que había otro factor muy importante que le estaba afectando dejar de lado aparte de esas tardes acurrucados o las citas nocturnas elegantes, el sexo.

No iba a mentir, una de las razones por las que había caído rendido a sus pies, era el buen sexo que tenían. No importaba cuantas veces lo hacían, Fluke siempre hallaba la forma de hacer algo nuevo que lo sorprendía, un gesto, un movimiento, una posición o una simple palabra y listo, Ohm estaba automáticamente enamorado como si fuera la primera vez que lo tocaba.

Pero el trabajo se acumulaba, y durante los últimos dos meses, cada que intentaba acercarse con intenciones de reclamar lo que ante la ley y el propio corazón de Fluke, le pertenecía, algo siempre se interponía...

—La señora Park acaba de cancelar su cita de las 3 —comentó Fluke entrando de nuevo y dejándose caer sobre la silla del otro lado del escritorio de Ohm.

—¿En serio? —preguntó genuinamente aliviado, recibiendo un asentimiento de cabeza como respuesta y suspirando de felicidad—. Eso quiere decir que...

—Que... por fin tenemos tiempo para comer en el comedor y no aquí, tenemos tiempo de sobra para pedir comida a domicilio, ir a casa y luego regresar para la cita del señor Choi.

Ambos se sonrieron entusiasmados y comenzaron a guardar sus cosas para correr a casa hasta que Fluke hizo una ligera mueca de dolor y se llevó una mano a la nuca, la zona que le molestaba.

—¿Qué pasa? —cuestionó preocupado el más alto, acercándose a él por detrás para colocar su mano sobre el área adolorida.

—Nada nada, he estado acumulando el estrés, los músculos se me tensan.

Ohm comenzó a masajear la zona mientras Fluke terminaba de ordenar el escritorio desde su asiento, las manos y la presión de los dedos ajenos sobre su piel comenzando a hacer estragos en su cuerpo, relajándolo.

—¿Los músculos? ¿Dónde más te sientes tenso? —preguntó Ohm con inocencia.

Fluke tan solo se rio ante los miles de opciones, para nada relacionadas con la medicina, que tenía para responder esa pregunta—. Sí te lo digo sería algo muy indecente para este consultorio.

Su esposo le siguió la risa, pero en lugar de avergonzarse como casi siempre hacía (y que era una de las cosas que más amaba Fluke de él, porque podía molestarlo siempre), comenzó a deslizar sus largos dedos casualmente por el interior del cuello de su camisa, alcanzado parte de sus hombros y clavículas—. Bueno, justo me acaban de cancelar una cita y tengo espacio para revisarlo, señor Fluke de Thitiwat.

No te enfermes [OhmFluke]Where stories live. Discover now