『 𝕺𝖓𝖊 』

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La noche había caído en el reino de Arendelle hace unas horas.

La creciente luna se reflejaba en el fiordo, su luz logrando entrar por la ventana de la habitación real donde el quinto elemento descansa sola. La cama se sentía vacía sin la presencia de la reina y eso molestaba a Elsa, la cual se había levantado para buscar a la pelirroja. Salió de la habitación mirando a todos lados en lo que recorría el extenso pasillo que la llevaba hasta la oficina. Lo más seguro era que Anna seguiría allí, leyendo y releyendo cartas de diferentes reinos vecinos que deseaban tener una relación comercial con Arendelle, como también debía de estar terminando todos los reportes que debía de entregar mañana por la mañana.

El quinto elemento tocó gentilmente la puerta de aquella oficina que una vez le había perteneció y ahora le pertenecía a Anna, repitió aquello al ni recibir una respuesta inmediata. Se atrevió a abrir poco a poco, encontrando la habitación en penumbras, no había rastro alguno de su pareja, solo podía ver los papeles sobre el escritorio, el frasco de tinta tapado y la pluma a un lado. Las cortinas estaban abiertas, permitiéndole ver la inmensidad de aquella luna, disfrutar de la espléndida vista que el reino le podía brindar.

Un suave suspiro escapó de sus labios en lo que volteaba para irse, quizás Anna se había quedado dormida en alguna parte del castillo luego de tanto trabajo. Cerró la puerta con cuidado, mirando el pasillo que apenas se iluminaba con algunas cuantas lámparas de aceite. La luna la seguía en su camino de regreso a la habitación, deteniéndose al escuchar una puerta abrirse y cerrarse. Su ceño se frunció mientras avanzaba cada vez más hasta llegar al ala este del castillo, en donde la biblioteca estaba.

Anna estaba ahí, saliendo de la enorme biblioteca con un libro debajo del brazo. No estaba usando aquel traje que solía usar, solo vestía las botas negras junto a un pantalón café y una camisa blanca suelta, aquella vestimenta que usaba en sus días libres y cuando tenía entrenamiento. La sonrisa de su prometida brillaba, al igual que sus ojos.

– ¿Qué haces despierta? – susurro la reina acercándose hasta la guardiana.

– Estaba buscándote – susurro Elsa.

– ¿Te sientes bien?

Elsa asintió entrelazando su brazo con el de Anna y haciéndola caminar de regreso a su habitación, sin despegar la vista del suelo. Ni siquiera se había calzado, solo salió a buscar a su pareja porque no podía dormir sola. Más bien, no quería. Se había acostumbrado a dormir junto a Anna, sentir su calor corporal y aquel aroma a vainilla que siempre tenía.

– Els, ¿Qué pasa? – preguntó nuevamente la reina.

– No podía dormir – confesó el quinto espíritu haciendo un mohín. Miró de reojo a Anna, la reina llevaba una amplia sonrisa que reflejaba la diversión en ella –. No te rías, habló en serio.

– No lo hice – aclaró Anna –. Es solo que nunca te oí quejarte cuando regresabas al Bosque Encantado con los Northuldra, donde duermes completamente sola.

Las mejillas del quinto elemento se tiñeron de un suave color rojo, desviando la mirada hacia otro lado en lo que las risas de la reina de Arendelle comenzaban a escucharse. Pero Anna dejó de reírse cuando el silencio de su novia seguía presente, causando inseguridad y miedo en ella. Creyó en la posibilidad de que Elsa compartía con alguien alguna de las tiendas, la primera en cruzarse fue Honeymaren. Aquella chica Northuldra que mostró cierto interés en la albina desde el momento en que pisaron el bosque.

Miro el perfil de la guardiana, su ceño ligeramente fruncido y el pequeño puchero en sus labios. Elsa estaba pensando, quizás en la repuesta o quizás en alguna excusa. En caso de que sus sospechas fueran ciertas. Anna no quiso hablar allí, alguien podría escucharlas y era lo último que quería. Se alegró cuando estuvieron dentro de la habitación, cerrando con llave y volteando para ver a la ojizarca sentada al borde de la cama.

𝐖𝐨𝐥𝐯𝐞𝐬 | ElsannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora