La alegre existencia de un payaso (Reto 1)

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¿Qué tienen los payasos que a muchos en vez de provocar alegría les causan inquietud? Tal vez es ese maquillaje abigarrado que pretende colocar una sonrisa permanente en un rostro que de contento muchas veces no tiene nada, ese intento de esconder la decadencia tras una colorida careta...

Boneto intentaba sin éxito provocar una sonrisa al infante, pero ninguno de sus trucos funcionaba, el pequeño niño de no más de 5 años estaba aterrado entre los brazos de su madre, una mujer regordeta que apremiaba al niño a disfrutar del encuentro con el colorido personaje.

Para la mujer sin duda el acercamiento con Boneto el payaso en esa soleada mañana de sábado, era una magnífica idea, junto con la abuelita se acercaron pensando en que obtendrían una linda foto del niño junto al payasito del parque, pero el niño comenzó a gritar conforme se acercaron, la madre y la abuelita creyeron que era por el desconocimiento de la criatura por la vida en general, tendrían que mostrarle al pequeñín que se trataba de algo divertido.

Boneto intentaba cumplir con su parte, tomo un globo amarillo alargado mientras hacía ruiditos al pequeño cliente, con la destreza propia de la práctica continua formo un pequeño poodle que agito frente al niño, pero este lloraba incontrolablemente, tomando la iniciativa el payaso acerco lentamente la figurilla para que pudiera ser tomada por las manitas del destinatario pero fue ese el movimiento fatídico, apenas a unos centímetros de completar la acción el niño soltó un desgarrador grito y se removió con fuerza insospechada para una criatura de su edad escapando de los brazos de su madre, la voluminosa mujer trastabillo por el impulso, aturdida y desorientada grito a todo pulmón:

—¡¡¡Manueeelllll!!!

El pequeño había corrido directo hacia la calle lo siguiente fue muy rápido; un rechinar de llantas y el sonido de un impacto, la gente se aglomeraba, Manuelito había sido arrollado.

Boneto vio todo y si quedo ahí, rígido sin mover ni un musculo como si se hubiese convertido en una estatua, con el globo aun en la mano, una ambulancia llego para trasladar al infante atropellado, cuando el vehículo partió haciendo sonar su sirena la gente por fin se dispersó.

La calma volvió al parque y aunque seguramente durante la semana la gente hablaría del incidente por el momento nadie parecía prestar atención al payaso enclavado en medio del parque con sus globos, después de un largo rato en que no se movió ni un ápice poco a poco fue relajando sus músculos como si despertara de un trance, tomo otro globo para formar una nueva figura mientras hacia su característico silbido para llamar la atención de posibles clientes, por ese día él continuo con su alegre existencia, intentando causar sonrisas para vender sus globos, después de todo debía llevar el pan a su casa como siempre.

Vivaces [Historias cortas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora