CAPITULO 1

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El día amaneció horroroso...

El día era lluvioso... El día era rarito...

Diluviaba que daba gusto, y la boda de Venecia y Jesús era todo un hecho. Habían comenzado a salir con diecisiete años, un amor adolescente que fue madurando con el paso del tiempo, y ahora, veinte años después, por fin se habían decidido a dar el gran paso y a unir sus destinos para siempre.

En el coche, que conducía Pedro, viajaban Venecia y Fernando, su padre. La novia observaba por la ventanilla y admiraba como siempre el Madrid de los Austrias, a pesar de la incesante lluvia de enero.

¡Qué precioso era Madrid!

Por la radio comenzó a sonar una canción y ella le pidió a Pedro que subiera el volumen.

Dos segundos después, la melodía de Lo nuestro inundó el coche.

—Qué bien canta este muchacho... —comentó Fernando—. ¿Cómo se llamaba?

—Pablo Albarán.

Él asintió y Venecia sonrió.

Ver a su padre centrado y feliz aquella mañana, a pesar de su enfermedad, le resultaba increíble.

Con disimulo, metió la mano dentro del bolsillo de su pomposo vestido de novia y sacó su móvil, que vibraba. Un wasap. Al ver que era de su madre, lo abrió:

¿Todo en orden?

Venecia miró a su padre. Por desgracia, la demencia vascular que padecía lo estaba haciendo perder el control y provocando que olvidara.

El médico les había desaconsejado que actuara como padrino en la boda, puesto que su estado podía variar de un momento a otro, pero Venecia se había negado. ¿Cómo no darle ese gusto a su padre, cuando se casaba por él?

Y, con disimulo, tecleó:

Tranquila, mamá. Todo bien.

Con el móvil en la mano, envió el mensaje y luego éste se apagó.

Como necesitaba ver la foto que tenía de fondo de pantalla, encendió de nuevo el iPhone y contempló la imagen de ella, Jesús y Traviata, sonriendo en la playa de Conil.

Jesús. Su chico. Su cómplice. Su novio. Su mejor amigo y el hombre con el que iba a casarse.

Jesús. El niño que había conocido siendo ella una niña también. Juntos se habían convertido en hombre y mujer.

Jesús... El cabronazo de Jesús...

Tras quince segundos, la pantalla del iPhone se apagó de nuevo y un escalofrío le recorrió el cuerpo, cuando sus labios murmuraron siguiendo la canción que sonaba en la radio: «... fuimos todo y más».

¡«Fuimos»..., en pasado!

¿Qué debía hacer?

¿Debía dejarse llevar por el corazón?

Venecia se tocó su precioso moño italiano y cerró los ojos. Ella no era como su padre y su hermano, que decidían las cosas en dos segundos, con celeridad. Ella lo meditaba todo muy bien antes de hacerlo, con sus pros y sus contras y, si había llegado a ese momento, si estaba vestida de novia y estaba sentada en ese coche, era porque así debía ser. Su boda era inevitable.

Como si el móvil le quemara en la mano, lo volvió a encender para mirar de nuevo la foto, pero pasados unos segundos sintió la necesidad de ponerse en contacto con sus amigas. Tenía que hablar con ellas. Y, abriendo WhatsApp, buscó el grupo llamado «Las más mejores», y entonces oyó a su padre protestar:

CLUB DE LAS CABRONASWhere stories live. Discover now