𝙘𝙖𝙣𝙨𝙖𝙙𝙤

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el teñido de rubio se despertó gruñendo al escuchar el sonido de su tono de llamada. se había cansado un poco de escuchar la misma canción tantas veces, debería cambiarla. si se acordaba, claro. aunque probablemente se olvidaría y simplemente le bajaría el volumen, tratando que eso solucionase algo.

miró la pantalla del teléfono frunciendo el ceño, pero su expresión cambió a una más relajada y tranquila cuando leyó el nombre de la persona que lo llamaba. horacio. aquel hombre que consideraba su hermano y junto al que había pasado la mayor parte de su vida.

podría incluso ser la única persona a la que amaba, aunque más bien lo quería. sentía un fuerte aprecio hacia su amigo, sí, pero para él los sentimientos era algo complicado. tenía miedo de sentir algo equivocado hacia la persona equivocada, volverse alguien dependiente y en consecuencia cometer un gran error.

trató de apartar esos pensamientos de su mente y respondió a la llamada, dándose cuenta al instante de que algo iba mal al notar los pequeños sollozos y suspiros al otro lado.

—¿horacio? —preguntó, extrañado.

el de la cresta dudó unos segundos en responder, de modo que por el espacio de casi medio minuto todo se quedó sumido en un silencio bastante incómodo.

el mayor estuvo a punto de repetir el nombre de su amigo, pero éste habló.

—g... gustabo —su voz sonaba triste, carente de alegría, al contrario que siempre.

el nombrado frunció el ceño nuevamente, estaba vez sumido en un estado de confusión.

—¿qué sucede? te noto... raro.

—te amo, gustabo —se apresuró en decir.

—hombre, eso ya lo s...

—y lo siento —interrumpió.

aunque el otro no lo veía, gustabo alzó una ceja, confuso. ¿por qué demonios se disculpaba? ¿qué había hecho ahora? ¿tal vez la había cagado con la mafia? ¿o se trataba de volkov otra vez?

—no te entiendo...

al otro lado de la línea, horacio trató de sonreír, en vano. lágrimas amenazaban con salir de sus ojos, pero las contuvo mordiéndose la lengua con fuerza.

—lo siento por lo que voy a hacer, gustabo. me he hartado de todo y simplemente ya no puedo más, ya no aguanto más. no le encuentro un sentido a la vida, todo es tan monótono, tan... triste. y a mí no me gusta que las cosas sean así. ya no veo el mundo con colores alegres. ahora todo es gris para mí. y eso... no me gusta —bajó la voz, triste y algo nostálgico. estaba recordando la época en la que era feliz.

el teñido de rubio había comprendido a que se refería, y sentía una pequeña y punzante presión en su pecho. estaba cerca de perder a la única persona que le importaba, y por primera vez sentía un dolor diferente al físico.

—horacio, yo...

—no digas nada. la decisión está tomada, no me vas a hacer cambiar. solo... lo siento de nuevo. gracias por todo, gustabo. a pesar de lo que los demás decían sobre ti, por ejemplo conway, sobre que eras un manipulador y demás, tú conseguiste hacerme feliz, cosa que poca gente ha logrado. y te agradezco eso, muchísimo. pero... te pido que continúes con tu vida, aunque yo no esté. tienes potencial, no lo malgastes en llorar por alguien que no merece la pena, ¿de acuerdo? te amo.

—horacio... —se quedó unos segundos en silencio, pensando en qué decir—. yo también te amo.

y lo decía realmente, había sido sincero. al parecer perder a una persona importante para siempre era lo único que hacía que sus sentimientos reales salieran a la luz.

—gracias —repitió, y esa sería la última vez que alguien lo escucharía hablar.

el menor colgó la llamada conteniéndose las lágrimas. ya había hecho todo lo que debía; se había despedido de la única persona que, bajo su criterio, merecía la pena.

horacio cerró los ojos y tragó saliva, preguntándose si aquello que estaba a punto de hacer era de verdad una solución. pero pensando en ello, descubrió que no había algo que desease más que morir.

últimamente se sentía un estorbo en todos los sentidos y para todo el mundo. para él, ya nada valía. ni siquiera él mismo. los últimos meses habían arrebatado por completo su felicidad y sus ganas de cualquier cosa.

lo sentía por la gente a la que dejaría atrás y por no ser lo suficientemente fuerte, pero no podía más. ni siquiera estaba seguro de si a alguien le importaría que se fuera. ni siquiera estaba seguro de si a alguien le importaría que muriera.

pero, antes de que pudiera cambiar de opinión, el chico tomó el arma que estaba sobre su cama, se la llevó a la cabeza apuntando justo por encima de su oreja derecha, y disparó.

horacio cayó al suelo, entre pequeños balbuceos sin sentido. alguien oyó el disparo y llamó a una ambulancia, pero para cuando esta llegó ya era demasiado tarde. solo había un cuerpo, frío, sobre un charco de sangre.

horacio estaba muerto. había acabado con su vida.

cansado ; gta roleplay.Where stories live. Discover now