Único capitulo.

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La tarde era fresca para ser un día de verano, la ventana reflejaba un cálido sol a pocas horas de deslizarse por el occidente y las cortinas danzaban involuntariamente por la suave brisa fresca nocturna, que poco a poco se abría paso para dejar entrar a la luna. Una hora exacta para tomar un descanso de las extenuantes labores y tomarse un respiro de la pesadez que conllevaba sus vidas, Mirio y Tamaki decidieron dejar de hacer tarea para recostarse un momento en la cama del menor por meses y simplemente relajarse.

Togata decidió estirar todas sus extremidades y acaparar un buen espacio en la cama individual, escucho sus huesos tronar y después de sentir el pequeño tirón que relajaba sus músculos, sintió un suave peso llegar a su brazo derecho, para después sentir como la cama de a poco se hundía, ante la presencia de su compañero. Una pequeña emoción se instaló en la boca de su estómago y pequeños cosquilleos le invadieron el área abdominal al recordar quién era el que ocupaba ese espacio de su cama.

Se volteó a verlo y frente a él, lucía un Tamaki con los ojos cansados y mejillas sonrojadas por la abrupta cercanía que habían adquirido al haberse acostado en la cama tan pequeña, el corazón del rubio dió un vuelco al encontrarse con ese bello rostro y no se pudo resistir a darle un pequeño beso en la nariz, como consecuencia, su compañero agachó la mirada y la escondió entre su pecho. El de ojos azules rió seco, sintiendo como la vibración llegaba a su pecho. Tamaki tembló por sentir la risa y se derritió en los brazos del menor por la suave sensación.

Para ese entonces llevaban probablemente diez minutos sin decir nada, solamente recostados, sintiendo la brisa que venía de la ventana y movía algunas hojas de las libretas que habían quedado abiertas cuando decidieron dejar de estudiar. Mirio acariciaba vehemente el pelo añil de su chico y a pesar de que la escena era demasiado tierna, los pensamientos del rubio no dejaban de desviarse por caminos no muy puritanos. Su corazón latía desenfrenado cuando alguna imagen cruzaba su mente y realmente temía porque los retumbos y saltos que daba los escuchara quien se encontraba entre sus brazos.

Y como si su mente hubiera sido leída, la cabeza azul de su compañero se asomó desde su pecho y abriendo de apoco sus ojos habló.

-Tú corazón va rápido en ocasiones, ¿Estás bien? -.

La mirada preocupada del mayor le había hecho sentir culpable por sus pensamientos para nada sanos, sin embargo, su cara tan bella solo hacía que le dieran ganas de darle muchos besitos.
Mirio se sentía contrariado.

-Claro que estoy bien. - Sonrió para quitarle preocupaciones al mayor y al parecer funcionó, porque volvió a su posición inicial, escuchando el corazón del menor y dejándose llevar por las suaves caricias.

Cinco minutos más y el sol ya había descendido la mitad, asomándose probablemente la primera estrella en el firmamento.

Mirio entendía que se podían quedar en esa posición toda la vida y que amaba cada segundo que estaba con el chico de pelo azul, pero realmente esos pensamientos recurrentes constantemente atormentaban su mente y aquellas imágenes sucias surcaban su conciencia, jugandole malas pasadas y poniéndolo tenso por saber que ese día no había nadie en casa y Tamaki se quedaría hasta que sus padres llegaran. Una corriente eléctrica le atravesó el cuerpo y con valentía reunida habló de la forma más normal posible, deseando que el menor estuviera dormido y frustrara su ya trazado plan.

-Oye, Tamaki.

-¿Si, Mirio? -. Era cierto que ya estaba por caer en los brazos de Morfeo, pero había luchado con su sueño para poder escuchar el arritmico corazón del rubio y encontrar el porque de su sonido tan irregular. Sin embargo, al escuchar su nombre en los labios del menor, se sintió cohibido.

Al escuchar la voz del mayor se maldijo mentalmente en todos los idiomas que conocía, que sinceramente eran muy pocos, sin embargo no dió marcha atrás a su plan y continúo con su actitud relajada y cautelosa.

Suneater [Miritama]Where stories live. Discover now