Il fiore osservato

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Uno

  Conocía bien cuando alguien le ponía la mirada encima. El sentirse levemente pesado por la presión fantasmal que ejercían las miradas al posarse en su persona era algo bastante normal y que podía sobrellevar bastante bien. Después de todo, el ser quien enseñaba aspectos teóricos de las materias que daba frente a varios ángeles jóvenes no se le complicaba en lo absoluto. Era cosa de casi todos los días, una rutina que repitió por años.

 Fiore podía con ello, incluso cuando era solo una mirada sobre él. Era muy sensible a esos presentimientos, no únicamente cuando se hayaba dando sus clases, sino también cuando iba a tomarse el tiempo a solas o de controlar la biblioteca del castillo por unas horas.

  Y esta vez era extraño para él, la mirada que se estaba posando sobre él era la de un compañero suyo, uno de los superiores. Se le hacía extraño porque nunca le había pasado más que cuando se hablaba de frente con alguno de ellos. No diría que tenía su mejor relación con quien estaba en la biblioteca en esos momentos, pero le era indiferente, nunca había tenido interés en prestarle atención. No tenía nada en su contra, era que simplemente no quería, sin otra explicación.

  Hizo caso omiso cuando la tentación de observar se le hizo presente. Cerró los ojos y pasó página del libro que sostenía mientras estaba sentado del otro lado del escritorio. Aunque a cambio de no prestar atención, preguntó en voz alta:

—¿Necesitas algo, Inga? —. Cuando lanzó la pregunta se puso recto y vio hacia el nombrado. Inga pareció levemente sorprendido, mas no perdió su postura. Pegó una leve risa y apoyó su espalda contra uno de los libreros que estaba cerca suyo, los ojos cerrándose como de costumbre cubriendo el color que no siempre se dejaba ver.

—Nada por ahora —. Fiore no era tonto, incluso estrechó sus ojos. El que le dijera eso sabía que era una simple excusa para encubrir lo que realmente hacía, a pesar de que él mismo no conocía que buscaba estando allí, parado y observándolo.

—Si necesitas algo, dime —. Le contestó. Tampoco era su idea echarlo del lugar. Inga no estaba molestando, solo hacía algo que se le hacía extraño y nada más. No era como otros que iban a la biblioteca a hacer lo contrario a lo que debían. Pensar en ello hasta le hacía tener un tic en uno de sus ojos.

   No recibió respuesta del otro serafín luego de lo que dijo, pero la pesadez volvía a sentirla encima suyo. De nuevo no pensaba girar la mirada hasta que le produciera más incomodidad. Aunque lo que le sorprendió fue que Inga terminó estando en frente suyo, con el escritorio separándolos. Fiore esta vez se vio forzado a cerrar su libro, dejando uno de sus pulgares entre las páginas donde se encontraba y dirigió su vista al Inga. No estaba molesto, solo que tampoco era muy de su agrado lo que estaba haciendo.

—Bueno, no fui sincero —. Hablaba casual y se movía de forma que no le parecía nerviosa ni nada por el estilo. Fiore le prestó atención, pegando sus ojos en él —. Quisiera interactuar un poco más contigo, solo eso.

  La respuesta le hizo levantar una ceja. Nunca le había ocurrido algo así, era la primera vez que se le presentaba de esa forma. Era normal ver a Inga, más que nada en las reuniones mensuales y otras veces lo veía de lejos junto a otros guerreros. Era extraño puesto que nunca se habían tomado el tiempo de conocerse a pesar de ser de los diez subordinados principales del Dios. Fiore creía que esto se debía más que nada porque él no estaba asociado a ninguna actividad que tuviera que ver con los guerreros, al menos no desde hacía años. Él era un simple bibliotecario, su vida era pacífica y hasta cierto punto aburrida para el tipo de vida que se llevaba en Kumo no kuni. Pero esto no quería decir que le había molestado lo que le dijo, al contrario, estaba abierto a interacción social.

TramontoWhere stories live. Discover now