Prólogo

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[ Salvame ]

En la oscuridad. Samuel.

Abrió sus ojos con lentitud y lo único que diviso lo dejó sin aliento

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Abrió sus ojos con lentitud y lo único que diviso lo dejó sin aliento.
No sabía por cuantas veces mas debía pasar por lo mismo, el extenso pasillo se seguía alargando más y más que le parecía imposible ver si tenía algún final.
Después este comenzaba a partirse en dos, dejando a la vista en uno de ellos una intensa luz brillante que le estaba llamado.
El otro pasillo era completamente oscuro y tenebroso.
Las dos opciones no tenían una buena pinta. Retrocedió unos cuantos pasos e inexplicablemente un tercer camino se abrió ante sus ojos, su aspecto era más llamativo, como si el verde de sus paredes le trajeran viejos y nuevos recuerdos, semejantes a una hermosa arboleada brillante, como si se tratase del paraíso más espectacular que sus inmortales ojos hubiesen visto jamás.

Inconscientemente comenzó a caminar hacia él. A medida que caminaba, el pasillo se alargaba más y más, dejando a la vista un hermoso paisaje colorido y tan brillante que le dejaba boquiabierto por tal belleza.

Fue entonces que pensó en él.

Lo había dado por caso perdido desde que lo sacaron del Reino de los cielos, su belleza y su gracia eran de otro mundo, y con la caida de Lucifer miles de Ángeles cayeron a su lado y él era uno de ellos.
Había sido descubierto por uno de los Ángeles guardianes, no era culpa suya que aquel bonito chico haya tocado una gran parte de su ser, y sin darse cuenta su corazón había sido cautivado.

Fueron llevados a la corte celestial junto a Lucifer y otros Ángeles iguales a él, donde les dieron a escoger entre el cielo y el infierno.

Aquellos que escogieran el cielo serían revocados de sus cargos y serían condenados a enmendar sus errores por el resto de una vida mortal.
Los que escogieran el infierno serían echados del Reino de los cielos, condenados a ser esclavos de Lucifer viviendo en el inframundo como peones.
Claramente nadie sería tan estúpido para escoger el infierno, pero no fue así.

Cuando llegó su turno, no sabía que escoger y lo único que hizo fue escogerlo a él.

A él, a su inmunda belleza y su forma de ser. Había escogido el camino del amor.

Claramente esa decisión no le hizo nada de gracia a la corte o a los condenados. Sin darse cuenta había cavado su propia tumba.
Lo removieron de su cargo y había sido condenado a una vida inmortal entre los vivos junto a otros Ángeles que también habían escogido el mismo camino que él, después de eso no se sintió tan patético por haber escogido tal aberración para los Ángeles.

Había creído que su amado también le escogería a él, pero había sido todo lo contrario. Su mundo cayo cuando escucho sus simples palabras -- " escojo el reino de los cielos ". Y no le culpaba, además de que el teñido ni enterado estaba de su enamoramiento.

O quizá sí lo sabía pero no lo aceptó jamás.

Después de que los echaron del Reino de los cielos junto a otros Ángeles Guillermo, Lana y otros de los cuales no conocía su nombre, inmediatamente se convirtieron en Ángeles caídos.

A diferencia de los peones de Lucifer, sus alas eran de un color dorado brillante que cambiaba a medida que iban escogiendo un bando.
Los Ángeles caídos que no cumplían con las reglas establecidas en el mundo de los vivos, estaban escribiendo su propio infierno, sus alas se volvían de un color oscuro e inmediatamente se convertían en uno de los peones de Lucifer, condenados a servirles durante toda la eternidad.
Los caídos que hacían buenas acciones, bueno, eran llevados a la corte celestial y ahí decidían su destino entre una vida mortal o simplemente a seguir siendo un ángel caído.

Aunque lo de la vida mortal le parecía completamente estúpido, debido a que después de vivir unos años, al morir te convertias en un esclavo de Lucifer.

Y él, en cierta parte estaba alegre de ser un ángel caído, seguía las reglas y se mantenía entre el camino del bien y el mal para no ser llevado a la corte ni tampoco convertirse en un esclavo de Lucifer.

Claramente él no estaba enterado de lo que le sucedía después a los que fueron condenados a una vida mortal, no hasta mucho después de que uno de los esclavos de Lucifer se lo había dicho, quizá con intenciones de recordar su viejo amor, pero hacia años que había muerto y por obvias razones no se había permitido pensar en el teñido.

Hasta ahora.

El pasillo se extendía a la vez que en su mente se repetían miles de recuerdos vividos junto a él en el cielo y durante su vida mortal. Había tenido el honor de conocerle en la tierra otra vez, lo vio crecer y casarse con una linda chica y se alegraba por él, quería su felicidad antes que todo. También lo vio morir y fue ahí cuando su amor con el paso de los años se fue apagando, quedando nada.
Al menos tuvo el placer de estar junto a él y ver su vida mortal.

Lo más extraño del pasillo, era que comenzaban a aparecer algunas puertas en él, cada una con un color distinto, quizá una vida distinta. Un infierno distinto.
La alteración de su sueño estaba llegando a su fin, así que con todo el valor del mundo, escogió una de las tantas puertas, esta era de un intenso color rojizo, la abrió bruscamente y sus ojos desbordaron terror absoluto.

Lo primero que vio, fue a Rubén, clavando un cuchillo en su pecho.

Cerró la puerta con fuerza, asustado, ¿qué estaba pasando? El tiempo corría y todo se comenzaba a ver un poco borroso, se apresuró y abrió otra de las puertas, una de un color entre morado y azul.

Nuevamente vio a Rubén, pero esta vez vio como se tiraba a la fría agua del Ártico y moría de hipotermia.

Y así siguió con algunas puertas más, viendo horrorizado como moría aquel chico que alguna vez amo, una manera más cruel que la anterior, pero en cada una de ellas se sentia peor.
Sólo entonces, cuando estuvo a punto de despertar, sintió una presencia extraña a su lado, que en medio del llanto y agonía le susurró a su oído.

-- Salvame... --

Porque entre el cielo y el infierno. Te escogí a ti.

 Te escogí a ti

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S A L V A M E.  [ Rubegetta ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora