Llegada

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Cuando lo vi a los ojos supe que no había ningún error. Esa mirada de maníaco asesino, como si la sangre de sus víctimas se hubiera adherido a sus iris, era igual a la que había conocido tiempo atrás cuando tuve sexo con un criminal en la más absoluta oscuridad de una celda.

Y había sido la mejor experiencia de mi vida.

Todo empezó dos años atrás, cuando caí en prisión..

¿Cómo un gusano como yo podría cometer un crimen que lo enviara a prisión? Simple: hice algunos fraudes que me hicieron rico en poco tiempo, tan poco tiempo que en un parpadeo acabé tras las rejas.

Un tipo delgado, de apariencia común con cabello castaño y ojos marrones, era alguien promedio en todo rango de la palabra; lo único prominente de mi persona era mi inteligencia, gracias a la cual había acabado allí.. Mi madre diría que fueron mis malas elecciones las que me llevaron a ese lugar, pero no estamos aquí por una discusión moral, sólo para explicarles cómo acabé en la misma celda que el Rey de la prisión: Akashi Seijurou.

Primero conviví con otros renacuajos como buen renacuajo en una celda para renacuajos. No fue demasiado extraño que los verdaderos criminales nos vieran como a un nuevo modelo de bullying, así era la escala jerárquica: los débiles de crímenes menores sirven de alimento a los más rudos y peligrosos.

Insultos, sonidos obscenos, ofrecimientos vulgares eran cosa de cada minuto. La única razón para la que no se hubieran propasado desde el primer día? Lo diré de nuevo: Akashi Seijurou.

Al parecer me tomó algo así como aprecio, no me pregunten porqué, yo sólo estaba corriendo por mi bienestar, ocultándome de los tipos fornidos cuyo pasatiempo parecía ser el de acosarme con propuestas desagradables.

Mi plan fue el de aislarme en el único lugar tranquilo además de la enfermería (donde no podía quedarme cuanto quisiera): la biblioteca.

Ese lugar era como un desierto silencioso, los presidiarios que la visitaban le tenían un mudo respeto, cuidando de los ejemplares y leyendo o estudiando en completa calma. Incluso habían molido a golpes a alguien que se atrevió a romper un libro una vez.. En fin, era el paraíso.

Y cuando la tarde dio paso a la noche y tuve que abandonar aquella quietud, regresando a la triste realidad donde debía pasar como mínimo seis meses encerrado, me sentí extrañamente observado.

Frente a mi sólo había un intimidante moreno cuyos bíceps podían confundirse con sandías, pero él tenía su calva cabeza entretenida en un libro de Derecho, ignoré la inquietante sensación y preguntándome cómo podría mantener mi celibato hasta el fin de la condena salí de la biblioteca.

El encantador silencio se convirtió en un grito horrorizado: El mío.

El mismo acosador que no dejaba de molestar desde que llegué pocas horas atrás me estaba empujando contra la pared, apoyando el antebrazo en mi cuello para imovilizarme. Aquél rubio bien podría sujetarme de la muñeca y ya sería suficiente para detenerme, era tan fuerte que casi era injusto.

-Te estuve buscando todo el día, lindura -me dijo y se lamió los labios en expectación. Decir que estaba temblando era poco, casi creí haberme convertido en gelatina cuajada.

No podía negar que era apuesto, probablemente ya habría puesto mis ojos en él si no estuviéramos en ésa situación, pero la idea de convertirme de la noche a la mañana en la prostituta del lugar no era muy agradable, por ello debía mantenerme firme y seguro lejos de aquellos matones.

Pasar desapercibido era crucial en mi meta.. La cual ya había fallado.

Estaba preocupado por mi situación pero eso no evitó que notara la inteligencia de mi enemigo: incluso él se había mantenido lejos de causar disturbios en la biblioteca.

El Rey de la CárcelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora