Capítulo único

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Despegando la mirada tan solo unos cuantos centímetros del suelo, Jean Pierre Polnareff se dedicó a admirar la ancha espalda de Avdol, sus botas, las arrugas de ese pesado abrigo, su peinado un tanto deshecho por haber nadado y el brillo de la sal de mar aún pegada en él. Lucía indefenso desde ese ángulo, casi tanto como para verse forzado a contener ese travieso deseo por saltarle encima y atraparlo con sus brazos.

Aunque el miedo de que reaccionara mal lo detenía. Pues tan pronto como se aferrara a él descubriría que ese abrazo no era el que un amigo le daba a otro normalmente y mostraría todo aquello que había estado ocultando para sí desde hace ya varios días; tales como sus sentimientos, sus intenciones y aquellas fantasías las cuales creyó que morirían con él incapaces de hacerse realidad fuera de su cabeza.

—¿Te sientes bien?

Y no fue hasta el día anterior a este que Polnareff creyó con firmeza que nunca volvería a admirar el cuerpo de Avdol tan de cerca, no sin tener que vagar en su memoria y recurrir a los recuerdos de esa breve pero inolvidable amistad que compartieron hasta separarse en la India.

Pero aquí estaba, vivo e incapaz de notar su mirada incansable persiguiéndolo de lado a lado.

—Solo estoy cansado...

Si era sincero, odiaba que sus amigos le hubiesen ocultado la verdad sobre el egipcio. Las últimas dos semanas las había pasado intentando lidiar con su propia culpa, intentando borrar de su cabeza el sonido del disparo, la puñalada, la mirada vacía de su amigo y el aroma de la sangre fresca esparciéndose en el suelo.

Intentó borrar esa extraña ansiedad que sentía a la hora de pensar en él, esas mariposas que lo hacían sentirse incómodamente atrapado en buscar su aroma entre las pertenencias que había olvidado devolverle antes discutir con él durante la comida. Tampoco había sido capaz de deshacerse de ese brusco arrepentimiento por no haber sido capaz de besarlo ni siquiera una vez antes de verlo morir.

Echó su cuerpo hacia atrás con desgano, cerrando la puerta de la habitación con su peso. Suspiró, rindiéndose ante el miedo que le impedía ponerse recto, caminar hacia él, abrazarlo por la espalda, besarlo sin parar y decirle lo que sentía.

Llegar a Egipto no solo significaba estar cada vez más cerca de DIO y de liberar a Holly de la maldición que la aquejaba. También significaba que el peligro sería mucho más implacable que antes y que las oportunidades que tendrían para descansar irían acabándose a medida que se acercaran a su guarida.

Por esa misma razón, el señor Joestar había concedido esa noche para que se relajaran. Por la mañana debían adentrarse al desierto y conducir hasta la próxima ciudad. Además, él mencionó que hablaría con la fundación para conseguir algo para reponer el equipaje que perdieron en el submarino entre otras cosas importantes.

Aunque volviendo su realidad poco y nada podía comprender de lo que estaba pasando dentro suyo. era como una euforia al notar que estaban solos, pero al mismo tiempo se veía paralizado por su propia cabeza que le gritaba que no hiciera ninguna tontería que terminara con su amistad.

Miró el par de camas ocupando casi todo el espacio disponible en la habitación. No entendió por qué pero le era frustrante verlas, como si de una forma u otra estas se convirtieran en una barrera que lo alejaba incluso más de Avdol, deseando haber tenido la oportunidad de acampar bajo las estrellas con el grupo solo para poder dormir un poco más cerca.

A la vez, estas le recordaban que tenía que dormir, aunque en el estado tan confuso en el que se encontraba se preguntaba si lo lograría. Quizá simplemente se quedaría viendo el techo toda la noche, oyendo a su amigo roncar o mirando de reojo a un lado solo para asegurarse que la puñalada que J. Gail había hecho en su espalda no se abriera de pronto.

L'amour avec toi - AVPOL- OneshotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora