Con la mirada perdida en el bullicioso tráfico nocturno de Cloasand Lane, el hombre gris se dio cuenta de que su tiempo se acababa y que ya no había vuelta atrás. El día anterior, tras la caída de Gadai Talae, había conseguido escapar trayendo consigo a la pequeña niña que ahora dormía en el coche tras de sí. Ella era el último vestigio de todo lo que había amado y destruido. No la conocía, pero sus gritos desgarradores y su cuerpo indefenso cubierto de cenizas y destrucción lo habían hecho pararse y observar. No pudo hacer otra cosa. Tenía que llevarla consigo.