Nadie llegaría a comprenderlo, nunca. Jamás, en ninguna vida, sus más cercanos lograrían ponerse en sus zapatos y sentir cómo tu vida comienza a carecer de sentido. Cuando los rayos del sol dejan de iluminar tus días, acaban perdiendo el color y la esencia que hacían de éstos únicos, especiales. Donde la felicidad parecía no tener un límite. O al menos así lo sintieron ambos.