Lo que al principio había sido solo un rumor se había acabado por confirmar; el duque de Sussex, el encantador, ingenioso, atractivo e inalcanzable soltero de oro que sería nombrado en breve primer ministro, buscaba esposa. Pero no cualquier esposa. Ella debía ser hermosa, amable, decente, honrada, debía reírse de sus bromas, ser buena conversadora, apoyarlo siempre, ser de una intachable familia y estar dispuesta a ser paciente y tener un cortejo largo, a la vieja usanza. Y con lo que da es... con todo lo contrario.