-Entonces dímelo. -¿Qué es lo que te tengo que decir? -Cómo es tu mente, por supuesto ―. Mis pupilas titilaron confundidas, él sonrió y agregó: - Por ejemplo, la mía es una especie de edificio con múltiples niveles y un ascensor que te traslada de uno a otro. Perfectamente calculado. -Una obra arquitectónica casi perfecta -. Acoté, asintió sonriente y continué: ― En ese caso, la mía es un laborintoso bosque caducifolio. Él me vio expectante, como esperando una explicación. La verdad nunca supo como era mi mente realmente. Porque yo realmente no quería explicárselo; sino mostrárselo. Pero no se quedó. Tal vez tú sí te quedes. Y quizá comprendas cada letra caducifolia que compone este bosque.