Fugo tenía un sueño recurrente, en dónde un chico con cabellos negros y ojos amatistas hacía presencia. Este chico de sus sueños le decía todo el tiempo que su alma se veía azul, triste. Lo que él no sabía, era que aquel chico podía ver la forma y el color de las almas. Menos la de la suya propia.
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