Y entonces lo comprendí. Aquello era una despedida. No volvería a ver sus ojos azules ni esas arruguitas en ellos cuando me sonríe. No volvería a abrazarlo ni a verle cuando despertara. El momento que tanto había evitado. Y aquí estaba. El chico al que amaba me miraba confuso. -¿Por qué lloras Hazza? -Prometo no olvidarte. Él seguía mirándome confundido. Mis piernas pesaban demasiado y aún así conseguí levantarme. Lo besé en la frente y admiré por última vez aquellos ojos tristes. Al salir las oí. A lo lejos me llamaban y entonces lo entendí. Odiaba mi nombre si no era pronunciado por sus finos labios.
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