Érase una vez un cuento de hadas donde no había hechiceros ni dragones. Vivía en un castillo donde no ocurría magia como en los cuentos, hasta que lo conocí y descubrí el verdadero hechizo. Toda mi vida estuve buscando una curva de máximo riesgo para pisar a fondo el acelerador y romper aquella línea recta que nuestro padre trazó para nosotros. Él es esa curva que llegó a mi vida ofreciéndome una nueva emoción, y al mismo tiempo, amenazando con sacarme del camino o estrellarnos en el trayecto. Y yo, yo estoy dispuesto a tomar ese riesgo.