La sala de hospital es fría, y de noche inhóspita, como si después de tanta tormenta en nuestras vidas viniera la calma; pero es una calma falsa, una que no produce descanso, que más bien aviva los sentidos y el miedo. Las emociones encontradas se arremolinan en mi ser mientras la veo a través de la ventana de hospital; por un lado es la mujer que me robo la mirada, son los mismos ojos que brillan en exceso cuando ríe demasiado o cuando tiene tantas ideas que no le caben en la mente; es la misma boca que bese y son las mismas manos que se negaron a abandonar las mías; es la persona que duda de todo menos de mi. Pero al mismo tiempo es una desconocida, una criminal, el fruto prohibido del edén y el pecado maldito del que has de huir; es la representación hecha persona del bien y el mal. Me hace cuestionarme mis principios, ir en contra de mis creencias, abandonar todo lo que poseo y soy por ella; es mi salvación y mi perdición. Y la veo, y creo conocerla; pero a medida que las verdades salen a la luz me pregunto ¿Quién es ella?.