-Enséñame a mentir. Me miró de una forma extraña, como si mis palabras le dolieran, como si en vez de un pedido, se tratara de un deja vú. -Mejor te enseñaré a evitar las mentiras, estrellita -susurró-. Eso será mejor que llevarte al cementerio que ya conoces. -Ya estoy aquí. -Pero no bajo tierra.