» La sonrisa, el abrazo, sus cabellos desbaratados. No comprendía la razón de su emoción y felicidad, acababa de testificar y contar algo que a cualquier adulto le costaría decir sin poner al menos una lágrima en sus ojos. Incluso escucharlo me rompió, me conmovió y me volvió vulnerable... Y solo era un niño contando como Dios cambió su historia.« © Inspirado en una Historia Real.