Todo fue tan simple y tan extraño a la vez. Había sido un día más, una mañana más, en aquella escuela a la que había asistido desde hacía tiempo atrás. Un folleto se había presentado en su camino y él, inadvertido y sin prestar demasiada demasiada atención, accedió a darle una oportunidad a aquel curso de autoayuda del que se hablaba en la delgada hoja de papel blanquecino. Así fue como se la encontró, por casualidad, y tal como a aquel folleto, tampoco le había dado gran importancia a la joven chica de cabellos chocolate e iris avellana, quien lucía dispuesta a darle una cálida bienvenida a ese lugar que resultaba tan intrigante y nuevo para él. Solo hicieron falta una sonrisa sincera acompañada de unas dulces palabras para brindarle la confianza suficiente como para permitirle ver más allá de su apariencia y dejarle saber lo que ocultaba detrás; entre ello, sus crudas experiencias de vida que pocos habían logrado conocer.
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